—Solo necesito un nombre. Uno solo —sentenció Zack en su siguiente llamada con el abogado Gazca—. Todos los hombres le temen a alguien, Licenciado, el señor Rizzuto no es la excepción.
Y Gazca le había conseguido aquel nombre: Jhon Hopkins.
Cuatro horas después allí estaba, sentado en una oficina