Héctor.
Camino de un lado a otro en la sala de espera, no entiendo nada de nada y los médicos que no aparecen
Estoy apuntó de explotar de la ira.
Los dos amigos de mi esposa están sentados con la cabeza baja, llevamos por dos horas en espera y no se esmeran en dar nos alguna noticia, me acerco a Darién y serio le pregunto.
—¿Tu sabes que tiene Savanna?—El levanta la cabeza, chasque la lengua; suspira y luego me habla con tono serio.
—Si lo se, pero ella debe decírtelo y no nosotros, sólo una cosa te puedo decir y es que la apoyes en todas y cada una de sus decisiones ya que Savanna es más terca que una mula.
Mis ojos se desvían a la amiga de Savanna, sus ojos están rojos y su rostro demacrado.
Me senté en la banca dejando caer mi cabeza e