Nammi despertó lentamente, rodeada por la suave oscuridad de la habitación, el sonido de la lluvia fuera de la ventana la envolvió en una sensación de calma y nostalgia, y se permitió cerrar un momento más los ojos, mientras se acurrucaba en la cama, sintiendo el calor y la comodidad del colchón y las sábanas, y en un momento mientras escuchaba el sonido de la lluvia, Nammi comenzó a recordar su infancia, la casa rodante en la que vivía con su madre, que era de una estructura pequeña y precaria, con paredes de metal oxidado y ventanas cubiertas de polvo, la puerta principal se abría con un crujido, revelando un interior desordenado y caótico, la mayor vergüenza de la joven y el motivo por el que nunca invito a nadie a “su hogar”, aun recordaba como el aire dentro de la casa rodante estaba cargado del olor a alcohol y a humo de cigarrillo, su madre, sentada en un sofá desgastado, mirando fijamente la televisión con una botella de vodka en la mano, al pendiente de los números de la lote