Valentina había llamado incontables veces, pero Diego seguía sin contestar. La villa del lago estaba igual de fría y solitaria. No parecía haber diferencia dónde estuvieran.
Entrada la noche, cuando la temperatura seguía bajando, finalmente no pudieron quedarse más tiempo sentados y tuvieron que volver a la villa del lago.
Al abrir la puerta, encontraron a Valentina dormitando en el sofá.
La villa estaba iluminada con una luz cálida y amarillenta, que la hacía parecer oscura pero acogedora.
Sin embargo, ni Armando ni Diego tenían ánimos para notar estos detalles.
—¿Por qué no te has ido a dormir? —la voz de Diego ocultaba cansancio y algo de irritación. No tenía ánimos para cuidar de otra persona.
Armando se dirigió directamente a su habitación, dejando un frío comentario:
—Cuando sea hora de dormir, ve a dormir. No nos esperes más.
Valentina, acurrucada en el suave sofá, tenía el rostro lleno de perplejidad.
¿Cómo podía ser esto?
Antes Armando y Diego eran tan dulces con ella, ¿solo p