Capítulo 6

Las brujas fueron muy atentas y me dejaron quedarme aquel día en el pueblo. Una de las del pueblo, una bruja de apariencia de cuarenta y pelo verde me dejó dormir en el cuarto de invitados.

No pude dormir debido a las pesadillas y desperté en varias ocasiones. Bajé al comedor cuando ya eran las ocho de la mañana del día siguiente. La señora de la casa, se hizo llamar Melina, había preparado un abundante desayuno.

Will estaba charlando con la mujer que le había servido un cuenco de leche. 

—Buenos días. —La mujer me sonrió y me acordé de mi yaya—. Por tu cara no has dormido bien.

—Tengo pesadillas de lo de ayer—le respondí—. Es como estar en un disco rayado que repite siempre la misma parte—me senté en la mesa y agradecí el desayuno en un susurro.

—Esto te ayudará a partir de ahora— me alcanza un frasco de color marrón.

—¿Qué es?

—Es un brebaje que te ayudará a dormir bloqueando esos recuerdos que te provocan las pesadillas—me responde—. Tómatela antes de dormir.

—Muchísimas gracias pero no creo que deba aceptarlo—le digo.

—Como quieras. —Se encogió de hombros y la dejó en la repisa—. Si lo necesitas cógelo.

—Necesito hacer vida normal.

—Define vida normal—me dijo mi gato. Sonreí con tal de aliviar la tensión y el estrés de todo esto que estaba pasando por mi vida.

—Al menos pasear. —Me encogí de hombros. 

Me levanté sin decir nada y caminé a la plaza que estaba a unos metros de la casa donde me hospedaba. Habia señales que indicaban donde estaban lugares como el mercado, la tienda de pociones y otras cosas. Caminé por una de las que estaban a la derecha del pueblo, ya que me había llamado la atecion un cartel que ponía Biblioteca en grandes letras verdes.

Siempre se me ha conocido por ser una mujer que le encanta saber sobre cada cosa de su mundo, por eso trabajaba en una librería. Amaba leer por encima de todo. Mi instinto me pedía que leyera sobre estas personas porque aun no me terminaba de dar confianza todo esto que estaba pasando en mi vida.

El camino me mostraba más brujas que caminaban de aqui para alla sin prisas, todas con una felicidad que me gustaria saber donde la compran porque actualmente necesitaba algo de eso.

En un momento dado me paré a observar como hacia magia una mujer de cabellos castaños que me sonrió y me ofreció un trozo de tarta de calabaza. Le agradecí y seguí caminando hasta mi destino. 

Mi destino se podía ver desde un kilómetro debido a su gran tamaño. Tenía una estructura similar al Panteón, salvo por el color que era de color marron claro. Sus columnas que estaban en la entrada tenía representaciones de muchachos con alas, otras tenían lo que se conocían como centauros tocando arpas. 

La puerta del edificio era enorme, me recordaba a la puerta de un gran palacio, tenía decoraciones en dorado de plantas con flores de tamaños variados. No tenía manillar pero fue acercarme y la puerta se abrió en silencio. Con lo grande que era me pareció muy raro que no produjese ni un solo ruido. 

Nada mas entrar una señora vestida con una camisa de color verde oscuro estaba tras el mostrador. Me miro con sus ojos de color marrones y me lanzo una media sonrisa. Levante la vista de la mujer y mire el maldito paraiso frente a mí.

Aquel sitio podia tener miles y miles de libros, colocados ordenadamente en estanterias que llegaban hasta el techo el cual tenía unas lamparas tipica de palacios. 

No habia ni un solo ruido en el lugar para estar lleno. Los libros volaban cuando terminaban y otros llegaban a la persona que lo habia solicitado.

—¿Puedo ayudarla?—me pregunto la señora del mostrador.

—Soy nueva en esta ciudad. —La mujer asintió—. Busco libros sobre portadores, los reinos y sus habitantes y la historia de los objetos maguicos.

—¿La nueva Portadora?— Asentí y la mujer se levantó—. Le explicare como funcionan este tipo de blibioteas.

Su estatura era menor como recordaba. Iba encorvada por la edad y se colocó unas gafas que tenía en el cuello. Caminó hasta un libro que estaba en medio de la sala. La anciana bruja me explicó que tenía que decirle al libro mediante un pensamiento lo que buscaba colocando una mano en sus hojas en blanco. 

Me parecia una tontería pero probé.

Quiero un libro sobre Portadores. Dije. Un libro no muy grueso se acerco a mi. Cuando lo toqué su grosor creció y lo deje en una mesa cercana donde Will había decidido tumbarse. Se asustó cuando el libro golpeo la mesa pero siguió descansando a unos metros de mí. 

Ese libro tenía unas ilustraciones maravillosas sobre los distintos tipos de portadores y su función. Sin olvidarse, claro está de los Guardianes que guiaban a los Portadores en su aprendizaje y control de su magia, 

Me levante a por otros libros que relatasen sobre el origen de las llaves, uno de ellos me enumero las criaturas que existían. 

—Señorita, vamos a cerrar —me avisó la bibliotecaria.

—Necesito un ejemplar de este libro—le pedí señalando el de las criaturas.

—No lo tenemos para el público, pero puedes comprarlo en la librería que está en el mercado—me dijo. Le di las gracias y me fui con prisas por si cerraban el sitio. Ataje por unas calles que me recomendó la bibliotecaria y llegue a punto de que cerraran.

—¿Qué desea? —Le enseñé el título del libro, lo había apuntado en un papel que me había dejado una bruja de la biblioteca, la mujer asintió y fue a una estantería que tenía detrás de ella.

La librería me recordaba a donde trabaja pero parecía estar un tanto anticuada por el papel de la pared que era de un verde oscuro con flores naranjas.

—Aquí lo tiene, señorita—me dijo dejando el libro en el mostrador. ¿Con que iba a pagar ahora?

Will se acercó con una bolsa en la boca.

—Me lo ha dado Kaylee—dijo—. Supuso que lo ibas a necesitar mientras te muevas por los reinos.

—Le enseño. —Se ofreció la dependienta. Saco de la caja registradora tres monedas, una morada, una roja y una verde—. Estas son las saex, jupe y kiup —Señaló la verde, la roja y la morada en ese orden—. 38 saex hacen una jupe, 67 jupe hacen una kiup.

Repetí durante seis veces los colores y las cifras para acordarme. Pagué por el libro siete jupe. Le di las gracias y salí de allí dispuesta a devorar a aquel libro. 

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