LENA
AL DÍA SIGUIENTE EN EL TRABAJO, empezaron las entregas… y no pararon. Ramilletes de rosas en una oleada de colores: rojas, rosadas, amarillas. Cada hora, sin falta, otra docena llegaba a mi escritorio. Al principio no entendía por qué Christian lo hacía. Pero con el tiempo, lo comprendí. Era por la historia que le había contado sobre mi padre y la ceremonia de las rosas. Ese recuerdo que había enterrado. Una tarjeta se había soltado del primer ramo—una que no noté hasta más tarde. El mensaje, garabateado con bolígrafo, decía: Esto llega con años de retraso. El peso en mi pecho se tensó, lleno de una mezcla de calidez y dolor que no podía nombrar.
Esa noche, íbamos a asistir juntos a la gala. La había estado temiendo toda la semana—completamente fuera de mi zona de confort. Sentí ese cosquilleo nervioso en el estómago desde el momento en que entré a la oficina. Durante la hora del almuerzo, pasé por Bergdorf’s y dejé dos vestidos formales apartados en el mostrador, incapaz de deci