Alejandro se inclinó de repente, levantándola horizontalmente desde el sofá.
Con la mirada baja y un leve frío en sus ojos, Alejandro miró fijamente a Ximena, su tono sin lugar para la resistencia:
—Si no estás de acuerdo, te haré trabajar hasta que te quedes dormida por tu cuenta.
Tan pronto como Ximena escuchó esas palabras, supo cuál era su intención.
Ella se debatió avergonzada:
—Alejandro, ¿no puedes dejar de hacer este tipo de cosas en pleno día?!
Llevando a Ximena, Alejandro subió las escaleras.
—Las cortinas de tu habitación proporcionan sombra comparable a la noche.
Ximena continuó resistiéndose:
—Realmente no tengo ánimo para nada más en este momento debido a la situación de Simona.
Alejandro respondió:
—Puedes elegir contarme, y yo puedo ayudarlos a resolverlo.
Ximena dejó de resistirse, apoyando su rostro contra el pecho de Alejandro.
Entendía la lógica, pero le había prometido a Simona no decir nada, y no iba a faltar a su palabra.
Al entrar en el dormitorio, Alejandr