Ximena colgó la llamada y vio una serie de tendencias destacadas en Twitter. Una de ellas llamó inmediatamente su atención:
[La secretaria principal de una destacada empresa envía a su propio padre a la cárcel en un acto de justicia]
Al ver esta tendencia, Ximena se puso pálida como un fantasma. Temblorosa, hizo clic en los comentarios:
[¿Cómo es posible que haya personas así? ¿Y cómo pudo convertirse en secretaria de una empresa conocida?]
[Tengo un amigo que trabaja en esa empresa, escuché que también es amante.]
[Indignante. No merece estar en una empresa cotizada. Es una mala influencia para los jóvenes que acaban de entrar en el mundo laboral.]
[¡Basura! ¡Zorra! ¡Asquerosa!]
Las palabras hirientes seguían apareciendo en la pantalla, y Ximena sintió que caía en un agujero oscuro. Sabía lo devastador que podía ser el poder de la opinión pública sobre una persona.
Simona notó que Ximena no estaba bien y le preguntó preocupada:
—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?
Ximena, temblando, le ent