En la entrada del parque de diversiones, Alejandro acababa de bajar del auto cuando escuchó un estruendo proveniente del interior del parque.
De repente, sintió un agudo dolor en el pecho y se agachó, llevándose la mano al corazón. Eduardo y los guardaespaldas, al ver esto, se apresuraron a acercarse para ayudar a Alejandro a levantarse.
—Don Alejandro, ¿estás bien?— Eduardo y Seba preguntaron al unísono.
Alejandro sintió una oleada de pánico inexplicable. Apartó a las personas que estaban a su lado, resistió la opresión y la sensación de mareo, y se puso de pie, dirigiéndose hacia el parque de diversiones.
En ese momento, el parque estaba en caos, con todas las personas corriendo en dirección a la noria. Seba encontró a un empleado y le preguntó qué estaba sucediendo.
El empleado, visiblemente alterado, respondió:
—¡Una cabina de la noria se ha caído!
Al escuchar esto, Eduardo levantó la vista y miró la noria que ahora tenía un espacio vacío. ¡Era de doscientos metros de altura! Si a