Juan también apretó los puños, con el rostro completamente tenso.
—¿Acaso dije algo incorrecto? —Daniel curvó ligeramente sus finos labios, aunque sin un ápice de alegría en su mirada—. Las palabras más crueles aún no las he dicho.
—¡Tú...! —Lina temblaba de rabia, con el rostro enrojecido y amoratado—. Daniel, estás siendo realmente cruel.
—¡Basta!
El rugido furioso de Manuel atravesó la habitación, su mirada fría recorriendo el rostro de Lina.
Aunque Lina seguía hirviendo de rabia internamente, intimidada por la presencia de Manuel, guardó silencio, pero no sin antes lanzar una mirada fulminante a Daniel.
Daniel, aparentemente indiferente, permanecía sentado en el sofá con sus largas piernas extendidas casualmente, sosteniendo una taza de té humeante con sus dedos elegantes, en una postura que combinaba indolencia y frialdad.
Al verlo así, Lina sintió que su ira aumentaba aún más.
Manuel miró a Daniel y luego posó su mirada sobre Juan, diciendo con voz gélida:
—Aunque Daniel ha sido