Capítulo 2. Atrapado en el acto.

Stephanie Miller.

En la actualidad.

Abro los ojos y la luz golpea mi vista. Miro la hora y me siento de golpe en la cama, sabiendo que llegaré atrasada, debido a que me quedé con Matt hasta tarde.

Queremos convertirnos en padres, ya que hemos estado juntos casi veinte años. Lo bueno, es que, a pesar del tiempo, nos seguimos amando y deseando con la misma intensidad.

Primero, habíamos acordado terminar nuestras carreras. Después, poder establecernos y prosperar en nuestros puestos.

Y así ha sido. Así que hace un tiempo atrás, dejé de tomar la píldora, y practicamos como fabricar bebés, todas las noches.

“Vamos querida, quédate conmigo un poco más.”

“No, Matt, debo levantarme. No puedo llegar tarde hoy. Tengo una importante operación ahora temprano.”

“Agh! El tumor cerebral de tu paciente seguirá ahí aún si llegas un poco tarde.”

Abro mucho los ojos, me giro y le digo. “Wow, eso sí que fue oscuro. ¡Ya! Deja de ser holgazán. Tú también tienes reuniones importantes temprano. ¿No querías hacerte cargo de las empresas de tu padre? Señor CEO de Anderson´s Enterprises.”

Me río y Matt me blanquea los ojos, molesto.

“¡Bien! Si no puedo coger con mi prometida, entonces tendré que ir a trabajar.” Se levanta con dirección al baño. Se frena, se gira y me dice con su tono ronco y seductor, “¿Deseas ducharte conmigo?”

Yo sonrío a su propuesta, pero niego con mi cabeza. Le digo, “No, cariño. Nos conozco y una ducha, jamás es solo una ducha.”

“Yo lo decía para ahorrar agua y salvar al planeta.” Se encoge de hombros mientras me da esa patética escusa.

Suspiro y le digo, “¡Como si tuviéramos problemas de dinero! La peor escusa que he escuchado en la vida. Ve a ducharte, yo iré al otro baño.”

“Como quieras, aunque la invitación ya está hecha.”

Matt comienza a desvestirse frente de mí, tirándome su pijama y quedando totalmente desnudo. Demonios, es un total dios griego.

Alto, bronceado, totalmente tonificado, brazos grandes y una enorme polla que me mira impetuosa de poder estar dentro de mí.

Me quedo mirándolo sin evitar morderme el labio, ni tampoco puedo evitar mojar mis bragas. Suspiro y digo, “¡bien! ¡Cinco minutos!”

Sonríe y me dice, “¡Te haré acabar en tres!” Me toma en brazos, estilo nupcial y me lleva a la ducha.

Fiel a su promesa, me hace acabar en tres minutos. El hombre conoce cada parte de mi anatomía, como la palma de su mano.

Nos vestimos rápidamente y salimos con dirección al auto. Matt siempre pasa a dejarme al Hospital Metropolitano en Manhattan, en donde trabajo.

En el estacionamiento está esperándonos Taylor, el cual es el guardaespaldas en jefe de Matt, listo, con la puerta abierta para que ingresáramos al auto, con dos cafés y dos bagels en sus manos.

“Gracias Taylor”, le digo cortésmente, tomando los bagels y Matt recibe los cafés.

“Siempre tan considerado conmigo. Debes dejar de malcriarme.”

“Jamás podría, querida. Tú sabes que eres lo más importante en mi vida. Así que, si está en mi poder, ayudarte, consentirte o malcriarte, déjame decirte que lo haré.”

“¿Me pregunto cómo serás cuando tengamos hijos?”

Matt me mira y me dice, “pues por nuestro bien, espero que no sean niñas. No podré ser un padre estricto si lo son. Honestamente, las consentiría peor que a ti, querida.”

Me rio de sus palabras y de su cara conflictuada.

“¿Sabes lo que más amo de ti?

Él parece pensar por un momento y luego dice, “¿Mi encanto, mi buen humor y mi desempeño en la cama?”

Exploto en carcajadas por lo que me dice, y él me acompaña riendo también. Luego de parar de reír le digo, “Amo que conmigo seas así, pero que, con la gente de afuera, seas despiadado. Me da un sentido de tranquilidad y seguridad, ya que sé que cuidas nuestra relación.”

Él sonríe a mis palabras, toma mi mano y la besa. Luego añade, “Te amo, querida.”

El viaje al hospital dura aproximadamente treinta minutos, cuando hay tráfico. Taylor es un chofer experimentado. Siempre se las arregla, para llegar en quince.

“Hemos llegado Señorita Miller.”

“Bien, señorita Miller, pasaré por ti a las 18:30. Tu padre fue enfático de ser puntuales hoy.”

“¡Oh! Demonios, lo había olvidado. Tendré que reagendar algunos procedimientos.”

“Haz lo que tengas que hacer, querida. Te amo. Nos vemos esta noche.” Le sonrío, beso sus labios y bajo del auto.

Ingreso al hospital y en la entrada, me están esperando mis dos amigas; Amelia Hamilton y Emily Moore. Ambas con un café en sus manos.

Mi puesto aquí es de neurocirujana de guardia. Emily es cirujana pediátrica y Amelia es cirujana cardiotorácica. A las dos las conocí en la escuela de medicina.

Ambas no pueden ser más opuestas. Mientras Amelia es vivaz y apasionada, Emily es más conservadora y tímida, al igual que yo.

Por lo tanto, a menudo es Amelia quien se dedica a avivar la llama de nuestra amistad. Desde que nos conocimos nos convertimos en grandes amigas.

Ambas son mayores que yo, ya que me salté un par de grados.

“Llegas tarde. No podremos cotillear como de costumbre.” Me dice Emily, frunciendo el ceño.

Yo las miro a ambas, sonrío y les digo, “oh, perdón por tener una vida sexual.”

Amelia estalla de la risa, mientras Emily se sonroja con mucha facilidad. Luego dice, “no hace falta que nos saques en cara la estupenda vida sexual que compartes con tu prometido.”

Amelia me dice, “No le hagas caso a esta aburrida. Yo sí quiero saber cómo estuvo el desempeño sexual del billonario más codiciado del país.”

Sonrío a su pregunta y le digo, “citaré textual a una conocida mujer de una serie para adultos. Cuando Matt colorea, rara vez respeta las líneas.”

“¡Ay! ¿Por qué yo no tengo un billonario de veintiocho años, que esté bien bueno, sea considerado y sea buen amante? Debería tener un hermano. Fue sumamente egoísta por parte de sus padres, haberlo tenido solo a él.” Se queja Amelia, colocando una cara triste.

Las tres tomamos el ascensor y nos dirigimos hacia la sala de médicos. Allí, nos colocamos nuestras batas y comenzamos nuestro turno.

Al ir caminando hacia el pabellón, mis pensamientos son interrumpidos por el incipiente sonido de mi celular.

“¿Dra. Miller?”

“¿Sí? ¿Quién es?”

“Mi nombre no importa. Lo relevante de mi llamado es que tu futuro esposo te miente.”

“¿Qué? ¿Quién es? ¿Cómo encontró este número? ¡Es un número privado!”

“¡Matthew Anderson es un infiel! ¡Te engañó conmigo!”

Mi buen humor se esfumó en el minuto en que escuché aquella voz femenina.

“DIME EN ESTE INSTANTE, ¡QUIÉN ERES! “

Se quedó escuchando por unos segundos y luego cortó. ¿Qué demonios fue eso?

Con el paso de los años, los llamados mal intencionados siempre han estado presentes en nuestras vidas, inventando todo tipo de situaciones y acusaciones que después resultan ser absurdas, así que con Matt colocamos una línea privada para evitarnos pasar por estos malos ratos. Tendré que hablar con Matt para contarle sobre esto y no estará contento.

El día pasa volando entre operaciones y procedimientos y, sin notarlo, ya es hora de irme. Procuro estar lista a las 18:30.

Es una reunión familiar en la casa de mi padre, así que el código de vestimenta es formal. Visto un simple vestido beige ceñido al cuerpo hasta la rodilla, con un escote bote que realza mi clavícula y mi piel bronceada aterciopelada. Stilettos a tono.

Mi cabello rubio lo dejo suelto con sus ondas naturales que caen en cascada y maquillaje simple, pero elegante que realza mis ojos verdes.

Salgo del hospital y ahí está Matt, esperándome afuera del auto, con su traje gris hecho a la medida, y que le queda simplemente espectacular.

Su pelo peinado hacia atrás, su barba recortada y sus increíbles ojos azules brillando intensamente.

“Buenas tardes, querida. Te ves impresionante.” Me regala esa hermosa sonrisa mientras me lo dice.

“Me esmeré para ti.” Le sonrío coqueta.

Suspira y dice, “qué suerte tengo.”

Yo sonrío mientras entramos al auto. El viaje a la finca familiar toma unos cuarenta y cinco minutos.

En el transcurso del viaje, Matt me habló de sus reuniones y discutimos estrategias que podría abordar para poder cerrar unos negocios.

Hoy en día, está invirtiendo mucho en telecomunicaciones.

“Hemos llegado, señor Anderson.” Taylor se baja y nos abre la puerta.

Matt me ayuda a bajar, ya que no le gusta que nadie, especialmente hombres, tomen mi mano o se acerquen mucho a mí.

En ese sentido, es bastante posesivo y desconfiado. A pesar de ser un hombre accesible para los negocios, en su vida privada es implacable.

No permite que nadie meta sus narices en nuestros asuntos. Siempre intenta que su privacidad sea respetada, ante todo.

Puede llegar a ser sumamente despiadado con aquellos que desean hacerles mal a sus seres queridos. Una vez fui cortejada por un ex compañero de universidad.

Cuando Matt se enteró, casi perdió la cordura. Esa ha sido la vez que lo he visto más celoso.

Ingresamos a la finca y somos recibidos por papá. “¡Hola, mi niña!”

Yo sonrío incómoda mientras le digo, “papá, ya no soy una niña. Deje de serlo hace varios años.”

Él me levanta una ceja mientras dice, “Siempre serás mi niña, hasta el día que me muera. No me interesa la edad que tengas. Y sé que tu madre pensaría lo mismo.”

Suspiro a la realización de que, en un mes más, se cumplirán dos años desde su fallecimiento. Desde ella, no lo he visto con otra mujer.

Honestamente, si él quisiera rehacer su vida, no se lo cuestionaría, pero hasta ahora al parecer prefiere permanecer solo.

Ingresamos los tres al living, y vemos sentados a mi prima Cecilia, hija de mi tío John, con su marido Francisco.

Mi tío John, el cual es hermano de papá, con nueva esposa, Anna. Mi tía Elena, hermana de mi madre, con su marido Sebastián y en el sofá individual, está Stella.

“¡Ah! Llegaron justo a tiempo, querida.” Dice mi tía Elena, abrazándome efusivamente.

“Hola, tía Elena. ¿Cómo has estado? Hace mucho que no me llamas.” Le hago una mueca de tristeza.

Ella sonríe y dice, “Sí, querida, perdóname. Hemos estado sumamente ocupados con la ONG.”

“Wow, verdad que fue lanzada hace poco. ¿Cómo ha ido todo?”

“Pues, la verdad es que bastante bien. No creímos que tendríamos tanta ayuda ni patrocinadores. Así que es por eso por lo que no te he llamado. Pero te prometo que la próxima semana te pasaré a buscar al hospital para que salgamos.”

“Te cobraré la palabra, Tía.” Ella me sonríe tiernamente. Tía Elena no tuvo hijos. Y yo, siendo la única hija de su hermana, pues también me ve como suya. Luego de este intercambio, papá nos indica que pasemos a la mesa para cenar.

La cena es encantadora, como todas las que planifica papá. Desde que mamá falleció, tomó esta labor con mucho empeño.

Todos los meses, mamá planificaba una cena familiar, en donde todos debíamos asistir. Luego de que falleció, creímos que papá no quería seguir con su tradición, pero nos sorprendió diciéndonos que la continuaría, ya que era la ocasión de poder reencontrarnos como familia.

Luego de cenar, todos pasamos a la terraza, para seguir conversando y poniéndonos al día de la vida de los demás. Matt se disculpa y me dice que debe ir al baño.

Después de un largo tiempo, Cecilia me dice, “prima, ¿dónde está Matt? Hace rato que no lo veo.”

“Oh, me dijo que iría al baño, pero tienes razón. Ha pasado mucho tiempo. Creo que iré a buscarlo.”

Ingreso a la finca y me dirijo al baño de visitas en el primer piso. Cuando llego allí, me doy cuenta de que la puerta está semiabierta.

Frunzo el ceño y la abro lentamente, cuando veo a Stella sobre el lavabo con sus piernas rodeándolo y a Matt besándola.

Mi corazón se detiene. Un millón de emociones me abruman y lo único que se me ocurre hacer es correr.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo