9. Voces de poco convencimiento.
— ¿Cómo te fue con la doctora Hiddleston? — preguntó la morena, estando al volante, con una mezcla de curiosidad y tono juguetón en su voz. Sus ojos azules se mantenían fijos en la carretera, pero de vez en cuando lanzaba una mirada de soslayo al pelinieve sentado a su lado.
El de mirar esmeralda, con el ceño fruncido, miró por la ventana, observando cómo las luces de la ciudad se deslizaban perezosamente a través del cristal. No tenía ganas de hablar, y su expresión lo dejaba en claro.
— Ahorita, no tengo ganas de hablar — respondió, casi en un susurro, su voz cargada de una leve irritación.
La morena arqueó una ceja, sin dejar de manejar.
— ¿Y eso es que te fue bien o mal?
El pelinieve suspiró, resignado.
— Bien, bien, me fue bien. Mañana empiezo a trabajar en la empresa.
—Oye… qué bien — dijo la morena, con una sonrisa que intentaba contagiar su entusiasmo. — O sea que vamos a ser compañeros.
El pelinieve giró la cabeza lentamente hacia ella; su mirada era penetrante, casi inqui