Nahia Anderson

Vacío… eso es lo que siento desde que recibí esa llamada. No puedo respirar con tranquilidad, no puedo quitarme este nudo de la garganta que me atraganta, que no me deja ser. La burbuja en la que estaba viviendo junto a la persona que amo, fue rota y ahora, no me queda más que fingir lo mejor que puedo.

Cierro los ojos y recuerdo como me quedé paralizada a causa del miedo. Como reconocí esa voz, tan familiar para mí, desgraciadamente y como tuve que obligarme a seguir respirando, a seguir viviendo y a trazar al menos un plan para volver a casa.

—Hola hermosa… ¿Creías que todo había acabado? ¿Qué ibas a deshacerte tan fácil de mí? —siento como el alma se me cae los pies al reconocer su voz.

Ryan. No sé cómo carajos ha logrado contactarme si cambié de número de teléfono y se supone que él está en prisión a espera de juicio, incomunicado, hablando solo con su abogado.

—¿No dirás nada esposita? —presiona— ¿Qué pasó con esa lengua rápida e irreverente que tenías los último