Los ojos del hombre se abrieron de par en par, sorprendidos. Estaba seguro de que la pobre joven había muerto, y todo porque él se había encargado de cerrar las puertas y echarles el cerrojo desde fuera. Entonces empezó a temblar, creyendo con cada hueso de su cuerpo que aquella alma había regresado para vengarse de una injusticia que había cometido recientemente. Y por mucho que intentara negarlo, el espíritu burlón seguía riéndose de su desgracia y de su clara desesperación. Agarró los delicados hombros de Sara Reese y la colocó frente a él como un escudo protector contra cualquier daño que aquel ser maligno pudiera hacerle.
– ¡Bu! – se mofó.
Pero para sorpresa de todos, el antiguo conserje se orinó en sus propios pantalones, demostrando hasta qué punto podía superarse a sí mismo en su evidente cobardía.
Madson se limitó a reírse de lo patético que podía llegar a ser, y aunque era gracioso, su corazón seguía lleno de dolor y resentimiento.
En ese momento, Sara se apartó de él, empuj