Cuando me levanté a la mañana siguiente, él ya se había ido a trabajar, sin tan siquiera despedirse, sin tan siquiera dejarme una nota o un mensaje. Quizás ese era el plan, acostarnos y hacer como si no hubiese sucedido, como la última vez que lo hicimos con ese beso.
Ni siquiera tuve tiempo de pensar en ello demasiado, me duché, me eché mis cremas, desayuné y me marché al trabajo.
Mi jefe, Borja, estaba de mucho mejor humor, parecía que había echado un polvo con su novia o al por el estilo.