Entramos al lugar y parecía un quirófano, los conocía bien, había sido intervenida por una fractura expuesta en mi pierna cuando tenía unos 7 años de edad.
Volvieron a cambiarme de camilla, una enfermera muy amable me puso los pies sobre los estribos y colocó una manta sobre mis piernas. Me pusieron una mascarilla de oxígeno para ayudarme a respirar mejor.
Las contracciones eran cada vez más y más seguidas, apenas si me dejaban recuperarme de una que enseguida llegaba la próxima.
Alicia entró vestida con una bata quirúrgica y una mascarilla.
—¿Lista preciosa? —preguntó. Yo asentí— Bien, comienza a pujar y mantén la fuerza hasta que Kate cuente hasta diez —prosiguió.
Cuando sentí la contracción me esmeré en pujar con fuerza, como me habían enseñado en las clases prena