Tentación Italiana
Tentación Italiana
Por: Luz Torres
CAPÍTULO 1

La alarma sonó, llenando todo mi cuarto de ese sonido tan estresante y horroroso que tenía. Di un bufido cuando salí de la cama, recordando cambiar cuanto antes aquel sonido del demonio. No podía levantarme de mal humor siempre, además, odiaba tener que despertarme temprano, más si era un lunes a las cuatro de la mañana.

Caminé hacia el baño pausadamente, debía prepararme para otro turno más.

Era residente de segundo año de cirugía.

Sabía desde un principio en donde me estaba involucrando, que no sería para nada fácil, pero siempre me había gustado todo lo que se vivía en un quirófano o en una sala de urgencias. Las decisiones que se tiene que tomar en el instante, el conocimiento que debe ser puesto en práctica, la serenidad con la que se debía manejar todo y el saber que pudiste salvar una vida o mejorar un estilo de vida, eran sucesos los cuales amaba y por los que quería vivir.

Llegué hasta el baño en donde realicé mi aseo personal. Al terminar, me vestí con mi uniforme de hospital y corriendo bajé las escaleras.

Podía imaginarme lo que diría mi madre si me pudiera ver.

"Detente, te puedes caer o partir una pierna y no, no tengo tiempo para llevarte a un hospital, no precisamente hoy cuando tengo una pasarela que organizar, Isabella"

Me reí mientras llegaba a la cocina un poco apurada, se me hacía tarde, pero debía comer por mi bien, no funcionaba si no lo hacía.

—Que decepción.

Me lamenté por el desayuno, amaba la comida y era un pecado tener que desayunar tan poco para mí. Terminé en tiempo récord, agarré mi mochila y salí de la casa dirigiéndome a mi automóvil.

—Di Marco, llegas tarde —escuché desde atrás, al Dr. Coleman.

Rodé los ojos mientras pensaba en las mil y una formas de matar a un superior.

—Solo fueron cinco minutos, Dr. Coleman. —volteé a verlo, tardándome unos segundos en recomponerme—. No volverá a pasar.

Siempre estaba al pendiente si llegaba tarde o no, y empezaba a irritarme, temía que en algún momento pudiera contestarle y no de la mejor manera.

—Esos cinco minutos en que tardó en llegar, podrían ser vitales para salvar una vida.

Estaba por excusarme, pero no pude, se había ido dejándome con la palabra en la boca.

Ladeé mi rostro, mientras lo veía marcharse. No sé si lo hacía apropósito y era consciente de que atraía a muchas mujeres simplemente por su forma de caminar, la cual era muy elegante y sexy. Resultaba todo un buen espectáculo observarlo, y a pesar de sus malos tratos para conmigo, me gustaba verlo.

El Dr. Jack Coleman era uno de los hombres más atractivos y sexys que se encontraban en este hospital, por no decir el más atractivo. Tenía dos especializaciones: cirugía general y traumatología.

¿Cómo había logrado todo eso en tampoco tiempo?

Nadie lo sabía.

Fui hasta mi locker asignado para guardar mi mochila y algunos libros que había traído conmigo. Una vez lista, salí a encontrarme con mis compañeros.

— ¡Isabella! por acá —oí gritar a Emilia a lo lejos.

No entendía la necesidad de gritar cuando los veía. Gracias a su silencioso llamado, recibí varias miradas incluida la de Coleman, aunque esta última me miraba con rabia.

Problemas a la vista.

—Dra. Foster, no veo la necesidad de gritar cuando la Dra. Di Marco se encuentra cerca. Usted. —Recibí una dura mirada de su parte. Mi pan de cada día—. Mañana realizara el turno doce a seis en urgencias conmigo, nos espera una larga y hermosa tarde juntos —sarcasmo nivel Coleman activado—. Pero por ahora, vaya a realizar tactos rectales y después a saturación. Los demás, a los casos que les asigné.

Las ganas de matarme aumentaban con cada segundo que pasaba mientras lo escuchaba hablar. Se estaba desquitando por mi atraso y que buena forma de hacerlo, que enviándome a introducir mis dedos en la cantidad de rectos posibles.

"Inhala...exhala...inhala...exhala"

Me repetía internamente para no cometer un homicidio contra el delicioso pero muy maldito de Coleman.

[...]

Después de realizar más de quince tactos rectales salí por fin de aquel infierno con imágenes que ni viendo a Coleman desnudo se me quitarían.

¿O tal vez sí? Sería mejor intentar.

Iba riéndome de mis pensamientos cuando de nuevo me encontré con Emilia.

—Te necesito.

Se veía muy nerviosa y alterada.

—¿Qué ha pasado?

—Francesco Forte.

Mi cuerpo se erizo ante la sola mención de su nombre, me producía escalofríos y un sin sabor. No hubo necesidad de que dijera otra palabra más, para saber que algo grave ocurría o estaba por ocurrir.

Agarré su mano y nos introduje en la primera habitación vacía que encontré.

—Cuéntame.

—Le ha exigido al director un médico y me ha nombrado. En estos momentos hay una camioneta esperándome afuera —Con cada palabra que salía de sus labios, su rostro se volvía más pálido.

—Bueno, seguro Lorenzo te sugirió, ¿Por qué no lo llamas?

—Eso hice, me dijo que se rehusó e intento hacerlo cambiar de parecer, pero no aceptó, a pesar de que le dijo que soy ginecóloga y no estaba especializada en cirugía general...

—Te dije que no te involucraras con Lorenzo. Su familia, él, son peligrosos.

—Lo amo —susurró.

La abracé rápidamente. No podía culparla, no decidíamos a quien amar.

—¿Qué necesitas de mí? —se separó lentamente y tuve el presentimiento que no me gustaría para nada de lo que me diría a continuación.

—Necesito que vayas conmigo. Hay un hombre herido, necesita intervención quirúrgica.

—No —me separé rápidamente.

—Por favor, eres la mejor residente de cirugía de este hospital. —Agarró mis manos, mirándome con esos ojitos de cachorra que conseguían lo que fuera—. Yo te asistiré en la cirugía. No estarás sola.

—Te amo y eres mi mejor amiga, Emilia, pero lo que me pides es... difícil.

—Si no me subo en ese automóvil en menos de diez minutos, Francesco me matará y no le importará que sea la novia de su hermano, pero si voy sin ti, también lo hará, porque la cirugía no saldrá exitosa.

—Te puedo asistir por videollamada.

—Isabella —rogó.

—No quiero involucrarme en ese mundo. La manera en que ese hombre me miró aquel día donde coincidimos...

—Él no te hará nada. —Me interrumpió—. Solo necesita que operemos a ese hombre y ya. Lo operamos, volveremos al hospital, será como si nada hubiese pasado.

Mentira. Si la ayudaba, nada sería igual, no había que ser inteligente para saberlo. Hablábamos de ayudar al jefe de la mafia italiana. Tener que operar a un hombre que muy posiblemente sea unos de sus trabajadores.

Salimos del hospital y nos subimos a la camioneta blindada que nos esperaba, un ligero temblor comenzó en mis manos, aumentando considerablemente cuando nos taparon el rostro.

M****a

No había vuelta atrás, había decidido ayudar a mi mejor amiga y gracias a ello estaba yendo directo a la boca del lobo.

Empecé a imaginarme una cantidad de situaciones y complicaciones que muy posiblemente tendría mi paciente y que hacer en dicho caso, pero no sabría nada hasta verlo, pero el imaginarlo hacia del viaje un poco más llevadero.

Después de veinte minutos la camioneta se detuvo.

—Todo saldrá bien —susurró Emilia.

No pasó mucho tiempo cuando las puertas se abrieron y sentí como era sacada del interior.

—Muévanse. —Asentí. Caminamos por un corto tiempo, cuando de nuevo sentí esa voz cerca de mi oído—. No hables si no es necesario.

Doble m****a

—Signore, aquí se encuentra la ragazza Emilia y... ella.

Silencio total.

Para este momento sentía mis propios latidos y mi reloj empezó a sonar, indicando el aumento de mi pulso, rápidamente sentí como era arrancado de mi muñeca, dejando un leve ardor en ella.

Cuando las vendas fueron quitadas y pude observar en donde estaba y con quien, quise salir corriendo.

—Mamma mia! Pero si es Isabella. —Se acercó lentamente hasta mí—. ¿Qué haces aquí?

—Ella es médico ci...

—Cállate Emilia —vi de soslayo como Lorenzo se acercó a mi amiga, en una especie de protección.

¿Quién me protegía a mí?

—Francesco —advirtió.

—Le pregunte a tu hermosa amiga. —Me señaló, ignorando a su hermano—. No a ti. Responde Isabella.

—Emilia es ginecóloga, yo soy residente de cirugía. Yo operaré, ¿dónde está mi paciente?

A pesar de que estaba cagandome del miedo, tuve la suficiente valentía para no demostrarlo y hablarle sin llegar a tartamudear.

—Esta con Romanov. Sígueme.

¿Romanov?

Volteé a mirar a Emilia, para que me diera indicios de quien era Romanov, pero la preocupación y el miedo que surcaron de sus ojos, me hizo saber que era alguien igual de poderoso que Francesco.

Pude observar un poco donde nos encontrábamos, era una especie de casa finca. Los ventanales eran de cristal y proporcionaban una cantidad de luz natural adentro de la casa. Gracias a ello, pude ver una cantidad exagerada de hombres con armas a sus alrededores. Se detuvo frente una de las puertas al final del pasillo.

Gemí de sorpresa al ver la habitación. Estaba muy bien equipada con insumos médicos y en ella había dos hombres, mi paciente y seguramente el otro era Romanov.

Que hombre tan alto —pensé.

—Tengo a la doc, Romanov —anunció a mi lado, provocando que ese hombre se diera vuelta.

No supe que hacer cuando su mirada conectó con la mía. Fue como si todo se detuviera y de repente fuera sido arrastrada por un enorme agujero negro en cuestión de milésimas de segundos.

—Tiene que vivir, no importa el cómo.

Parpadeé varias veces, mientras asentía. No había podido prestar atención, su voz y el acento que poseía me habían distraído totalmente.

Se hizo a un lado y pude acercarme al paciente.

Tenía vendas y le estaban administrando suero.

—Necesito un fonendoscopio, equipo de bioseguridad, instrumentos estériles y sangre.

—En un momento —escuché decir a Emilia, mientras continuaba con la valoración física.

Observe sus signos vitales, estaba estable, pero no sabía por cuanto tiempo, su presión arterial sistólica empezaba a subir considerablemente. Observe que había sido herido por arma de fuego, encontré orificio de entrada, pero no de salida, lo que sería un problema.

Era complicado saber el trayecto que había tomado la bala, los órganos afectados y en donde se encontraba. Necesitaba un TAC abdominal, aunque había hallado irritación peritoneal en la palpación, eso me daba una idea.

—Necesita un TAC. —Volví a verlos—. Es complicado saber el sitio exacto donde se encuentra la bala, además necesito saber si un órgano fue comprometido y...

—Su nombre —exigió Romanov.

—Isabella.

—Isabella. —Pronunció lentamente, mientras se acercaba—. No importa si queda con problemas renales o si debe de llevar una colostomía por el resto de su puta vida. Lo necesito despierto.

—Pero...

Me callé abruptamente cuando por la diferencia de altura, su mano agarró mi barbilla y con fuerza la alzó.

—No existe el pero en mi mundo.

¿Por qué sentía como si mi alma estuviera siendo absorbida por ese par de cuencas marrones?

—No estamos en su mundo. —Susurré—. Ahora ese hombre es mi paciente, usted se encuentra en mi territorio.

—Наглый. Как я буду наслаждаться наказанием этого сладкого рта.

¿Qué dijo?

—Isabella, solo opéralo, Romanov y yo esperaremos afuera. Vamos.

Su agarré desapareció y salió, dejando aquella zona hormigueando.

Solté el aire retenido y me concentré. Justo después entró Emilia. Empezamos a prepáranos.

—Tendremos que hacer una laparotomía exploratoria —indiqué—. Necesito que constantemente estés informándome de sus signos vitales. Bisturí.

En el momento que abordamos la cavidad abdominal, encontramos 50cc de hemoperitoneo, así como hematoma retroperitoneal en zona I y III. Pudimos controlarlo e identifique la lesión en la aorta abdominal infrarrenal en espejo, con el proyectil retenido en la pared derecha de la aorta, a 8cm de la bifurcación de la aorta abdominal.

—Eso no es nada bueno.

—No, no lo es. —La miré y suspiré debajo del tapabocas—. Signos vitales.

—Presión arterial 90/70mmHg, frecuencia cardiaca 113lpm, saturación de oxigeno del 80%, su temperatura subiendo.

Procedo a realizar control vascular por encima de las arterias renal y distal al lugar de la lesión, logrando así extraer el proyectil. Se diseca la vena cava infrarrenal, y al hacerlo, no encuentro ninguna lesión.

Suspiro aliviada. Me sentía agotada.

—Sabía que lo lograrías. Eres la mejor en esto.

Negué mientras procedía acomodar todo y a cerrar.

—Esta vez se trató de suerte, Emilia. —La miré rápidamente—. ¿Quién es Romanov?, ¿algún capo?

—No querrás saberlo, es mejor que no preguntes.

—Lo desafié y me ha respondido en ruso.

—¿Qué hiciste, ¿qué? —su rostro empalideció—. Jesús, muchos han muerto por menos.

Trague duro al escucharla. Recordé el momento en que sus palabras salieron y como su mirada se había vuelto más intensa.

—Creo que quería hacerlo, pero Francesco de alguna manera lo detuvo.

—En cuanto terminemos, tenemos que irnos.

—No has respondido a mi pregunta, ¿quién es él?

Miró la puerta asustada y en el momento en que las palabras salieron de su boca, supe que la había cagado en grande.

—Es el Pakhan. El líder la bratva y un asesino a sangre fría.

Наглый. Как я буду наслаждаться наказанием этого сладкого рта.

(Insolente. Como disfrutaré el castigo de esa dulce boca)

Laparotomía exploratoria. (cirugía abierta del abdomen para ver los órganos y los tejidos que se encuentran en el interior.)

Hemoperitoneo: es la presencia de sangre en la cavidad peritoneal del abdomen.

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