Aria se levantó de la cama con cuidado, asegurándose de no despertar a Maxwell. Sabía que necesitaba hacer una llamada importante. Se dirigió a la sala y buscó su teléfono. Con un suspiro, marcó el número de Estela.
—Estela —pronunció cuando la llamada fue atendida—. Quería pedirte un favor. Maxwell está un poco enfermo, y aunque su fiebre ha disminuido un poco, creo que sería mejor que me quedara con él esta noche.
Estela, siempre comprensiva, respondió rápidamente.
—No te preocupes, Aria. Entiendo la situación. Cuidaré muy bien de los trillizos. ¿Necesitas que haga algo más? Sabes que cuentas conmigo.
—No, solo que estén tranquilos y no le digas nada sobre la situación, no quiero preocuparlos. Estoy segura de que Maxwell se sentirá mejor pronto —dijo, sintiendo un alivio al saber que sus hijos estarían en buenas manos.
—Perfecto. Manténme informada, ¿sí? —dijo Estela con una voz cálida.
—Claro, gracias, Estela. Te lo agradezco mucho. Hablamos luego —respondió Aria antes de colgar.