Aria abrió los ojos con el alba y casi se da de bruces con la realidad; era un poco más tarde de lo que había pensado. De hecho, si no fuera por Arthur y Maximiliano, que habían entrado a su habitación, ella habría seguido durmiendo. Ariadna, todavía en su cama, se quejaba del ruido.
Aria no pudo evitar reír al ver la escena. Arthur y Maximiliano parecían llenos de afán por verla en acción y no durmiendo.
—¡Mamá, es que tenemos hambre! —se quejó Maximiliano, casi haciendo un puchero que hizo que Aria sonriera aún más.
—Está bien, pequeños —aseguró Aria, levantándose de la cama —Voy a preparar algo delicioso para ustedes.
Pronto comenzó a sacar los ingredientes para las tortitas, las favoritas de sus hijos. .
—¿Qué les parece tortitas con sirope y frutas? —llamó a los niños, que habían seguido de cerca sus pasos hasta la cocina.
—¡Sí! —gritaron al unísono, sus ojos iluminándose con emoción.
Aria se puso a trabajar rápidamente, mezclando la harina, los huevos y la leche, mientras los ni