Te amo (amor de verano)
Te amo (amor de verano)
Por: Angie Pichardo
Introducción

Kevin y Laura

La luz del día se colaba por la inmensa ventana de cristal. Kevin abrió los ojos lentamente y casi salta del espanto al ver a Laura dormida a su lado. Luego recordó que era su primer día de casados y sonrió como tonto. Acarició sus mejillas con suavidad.

  —Despierta, bella durmiente —dijo en un susurro. Laura se removió entre las sábanas.

  —Ummmm... —balbuceó tratando de despertar, puesto que estaba disfrutando la calidez y suavidad de las frescas telas. Abrió los ojos lentamente y con una sonrisa en sus labios. Miró a Kevin confundida. Se sentó y las sábanas se bajaron descubriendo sus pechos desnudos, Kevin lamió sus labios por instinto y ella se cubrió con rapidez llena de vergüenza. Él sonrió al ver su cara roja.

  —¿Es en serio? —Rio divertido—. Anoche conocí cada centímetro de tu cuerpo, cariño. Somos esposos, no tienes que tenerme vergüenza. —Acarició su cabello que estaba todo alborotado. Ella se sonrojó y ocultó su rostro entre sus manos. Él las apartó y se acercó a ella, tomó su mentón y unió sus labios. Laura se apartó al instante—. ¿Sucede algo? —preguntó confundido.

  —Voy a asearme. En las novelas y películas las parejas se levantan como si se acabaran de arreglar y maquillar. En la realidad, por lo menos deberíamos lavar nuestros dientes. —Sonrió. Se levantó de la cama tomando las sábanas para terminar de envolverse, dejando a Kevin descubierto. Se espantó al mirar su desnudez. Él dejó salir varias carcajadas al ver su expresión.

  —Es una reacción natural en nosotros los hombres. Todas las mañanas nos levantamos así. Aunque hoy... —No terminó la frase porque Laura le pegó un almohadazo.

  —¡Eres un pervertido, Kevin Mars! —reclamó cruzada de brazos, mas él se echó a reír contagiándola con su risa, ambos terminaron riendo como chiquillos. Él se acercó y quitó las sábanas que la cubrían—. ¿Qué crees que haces? —cuestionó apenada tratando de cubrirse. El tiró la sábana sobre la cama y tomó sus manos.

 —¿Por qué te cubres? —Arqueó una ceja—. ¿Por qué no quieres que te vea? Anoche me dejaste disfrutar de tu cuerpo, no entiendo cuál es la diferencia ahora.

 —Anoche no había tanta luz. —Bajó el rostro—. No quiero que me mires, me da pena. Temo que te arrepientas de haberte casado conmigo, que te decepciones de lo que ves. —Kevin la miró molesto.

  —¿Por qué debería decepcionarme o arrepentirme? 

  —Por cómo es mi cuerpo, demasiado... —El cubrió sus labios con su dedo.

  —Deja de decir estupideces, Ojos Melosos. Me encantas como eres, me prendes y matas de deseo. Te amo por quién eres. Te amo a ti, Laura. A tu esencia, no me fijé en ti por tu cuerpo, aunque... —La recorrió con la mirada —, me fascina lo que veo. —Dejó salir una sonrisa pícara.

  —Pero... —susurró, pero él la interrumpió. 

  —Sé que tus primas se encargaron de hacerte sentir mal contigo misma. Recuerdo que Claudia varias veces decía comentarios fuera de lugar para hacerte sentir mal, pero Ojos Melosos, ella te tiene envidia. Eres hermosa y no entiendo cómo puedes creer lo contrario. Te amo y eso nunca va a cambiar, aun cuando te pongas viejita y estés tan arrugadita como una pasa. 

  —¡Eres tan lindo! Te amo, Kevin Mars. —Lo abrazó con fuerza. Él la cargó entre sus brazos y la llevó al baño; llenó la bañera y la puso dentro de ésta. Él entró con la esponja llena de espuma y empezó a bañarla con suavidad, acariciaba lentamente con la esponja toda su piel, provocando que Laura se sonroje. A él le encantaba verla así. Se veía hermosa con su cabello desarreglado y sus mejillas rojas. Se acercó y empezó a besarla con pasión mientras recorría su cuerpo con el estropajo. 

El baño se convirtió en el jugueteo del amor, sacando suspiros provocados por el ejercicio del placer. Ambos yacían abrazados dentro de la bañera, recuperando su energía y el ritmo regular de sus respiraciones.

 —Eres un pícaro, señor Mars. —Acarició sus labios con una sonrisa seductora.

 —Y usted puro fuego, señora Ojos Melosos. Quién te viera con esa carita tan inocente... —susurró en su oído haciéndola estremecer con su cálido aliento.

 —Yo soy inocente.

 —Unjú... Parecías de todo menos inocente hace un rato.

 —¡Kevin Mars! —exclamó ofendida. Él dejó salir una carcajada. Era tan fácil y divertido molestarla—. Tú me corrompiste, acabaste con mi inocencia. —Se cruzó de brazos.

 —Yo... —Se apuntó a sí mismo—. El corrompido aquí soy yo y tú la corrupta, mi preciosa esposa.

 —¡Sí, claro! —Bufó—. Ni sé por qué estoy teniendo está conversación tan infantil. Tengo hambre. Eres un mal esposo que me sacas toda la energía y ni siquiera me alimentas. —Él sonrió.

 —Tú eres la mala esposa. Me sacas todo el jugo y ni siquiera me das desayuno. Y creo que hablo literalmente con lo de sacarme todo el...

 —¡Kevin! —exclamó escandalizada. Él no pudo soportar la risa.

***

Salieron de la habitación a la hora del almuerzo. Decidieron comer en el restaurante del hotel para luego visitar las calles de París. Kevin también la llevaría a conocer su galería de arte, que estaba siendo manejada por Joanny.

 —Bonjour, que demanderont-ils? (Buenas tardes, ¿qué van a pedir?). —Una chica delgada y bien vestida se les acercó y les entregó el menú, mientras esperaba respuesta. Laura la miraba con frustración al no entender lo que decía.

 —Je voudrais le confit de carnade et un vin rouge, s'il vous plaît. (Me gustaría el confit de carnade y un vino tinto, por favor). —Kevin contestó con una sonrisa provocando que la chica se sonroje. Laura lo miró encantada, se lo encontraba tan sexy hablando francés con tanta fluidez—. ¿Qué vas a pedir, mi amor? —Se dirigió a ella con una sonrisa.

 —Ah... —balbuceó mirando el menú—. Ni idea, Kevin. No entiendo nada de lo que dice aquí —dijo con frustración.

 —Te recomiendo el confit de carnade, es lo que pedí y sé que te va a gustar.

 —¿Qué es eso? —preguntó dudosa.

 —Es pierna de pato con patatas. Es crujiente y delicioso, te va a encantar, ya verás —Laura asintió.

 —Creo que necesitaré todo un cursillo de los platos que se comen aquí para saber qué pedir. —Ella bufó.

 —Yo te puedo ayudar con eso. —Él le sonrió seductor. La chica la miró mal y se dirigió a Kevin con una sonrisa coqueta.

 —Bon choix. Tu as bon goût. En plus de beau. (Buena elección. Tienes buen gusto, además de apuesto). —Lo miró con flirteo. Laura la observó con sospecha, aunque no entendía lo que decía, era obvio que le estaba coqueteando. La chica se fue con las órdenes sin quitarle la vista de encima a Kevin, quien le sonreía con cortesía. Miró a Laura y se espantó al verla con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

 —¿Sucede algo? —le preguntó con confusión—. ¿Todo bien? —Laura hizo una mueca.

 —La mesera es bonita —dijo esquivando su mirada.

 —¿Qué? Espera… —Sonrió—. ¿Estás celosa? Pero no entiendes francés...

 —Insinúas que te dijo algo —reclamó molesta.

 —Nada del otro mundo, Laura. —Rodó los ojos—. Deja tus celos.

 —No estoy celosa, Kevin Mars.

 — Sí lo estás, Ojos Melosos. Te conozco.

 — Claro, coqueteas con una chica en mis narices y esperas que te lo celebre.

 —No estaba coqueteando. Solo ordené nuestro almuerzo. ¿De verdad dudas de mí? —Esta vez sonaba molesto.

 —No dije eso. —Bajó el rostro apenada.

 —Mi amor, sabes que solo tengo ojos para ti. Creo que te lo he demostrado. No dudes de mí, no me gustan las escenas de celos. —Acarició su mano que estaba sobre la mesa, pero Laura se quedó en silencio.

Jimena

Jimena se levantó con unas ojeras enormes. Aunque el bebé ya tenía seis meses, había noches que no la dejaba dormir y esa fue una de ellas. Pablo ya se había ido a la empresa por lo que ella empezó con su rutina de ejercicios matutinos. Había ganado mucho peso con el embarazo, sin embargo, estaba recuperando su figura sin mucha dificultad, puesto que ella siempre había sido disciplinada con los ejercicios. Estaba frente al espejo mirando su piel pálida y sus ojos azules perdidos entre las grandes bolsas que mostraban su cansancio y falta de sueño. Pero las ojeras no eran solo por no dormir lo suficiente, aquella noche había llorado otra vez. Recordó cuando Pablo la besó por primera vez en aquel verano, donde empezó su historia de amor. Estaban en medio del bosque, en un tonto juego de paintball.

Flashback

  —Hola, preciosa. —Se le acercó Pablo tratando de intimidarla. Ella se mantuvo erguida, estudiando sus movimientos—. ¿Piensas dispararme? —dijo poniéndose frente a su arma.

 —¿Qué haces? —preguntó nerviosa, al ver su arma pegada al pecho de él.

 —¿Por qué no jugamos otro juego? —Tiró su arma. Tomó la de ella y la tiró al suelo, también.

 —¿Qué crees que haces, Pablo Mars? —reclamó con voz temblorosa.

 —Pasa, que no puedo esperar a nuestra cita de mañana —dijo sorprendiéndola—. Dicho esto, unió sus labios a los de ella. Su beso fue lento y tierno. Jimena sentía que se quedaba sin aliento. Había besado a otros chicos antes, pero nunca había tenido aquella sensación que la estremecía por completo. Apretó su cuello con sus dos manos para intensificar aquel beso, él respondió tomándola por la cintura. El beso se hizo más intenso y el deseo les recorrió la piel. Él besó su cuello, la pegó de un árbol y le mordió el lóbulo de la oreja. Se aferraba a su boca con más fuerza y atacó su cuello otra vez. Jimena sentía que perdería el aliento en cualquier momento. 

 —¿No crees que vamos muy rápido? —dijo mientras lo distanciaba, admirando su mirada color café.

 —Disculpa si te hice sentir incómoda. —Sonrió con tono seductor—. Por cierto, recuerda que mañana tenemos una cita, y debes saber que en esa cita es posible que me pase un poco —dijo sobre su cuello, provocando que las piernas le tiemblen al sentir su aliento sobre su piel—. Así que tú decides si estás dispuesta o no a asumir el reto. —Sonrió con malicia y se marchó, perdiéndose entre los árboles.

Pablo

Pablo estaba sentado detrás de su escritorio revisando unos papeles cuando su nueva asistente hizo entrada. Él dejó a su previa empleada a cargo de buscar su reemplazo, ya que consideró que nadie mejor que ella para saber quién sería la persona más indicada para el puesto. Y escogió bien. La joven era muy disciplinada y buena en su trabajo. Aparte de su buen currículum, tenía experiencia, además aprendía y se adaptaba rápido. El único problema era su belleza exótica y su sensualidad. Y para colmar la situación, la chica le mostraba un interés más allá de lo profesional, haciendo insinuaciones sutiles. Para añadir a su desgracia, las cosas con Jimena no estaban bien. 

Miró a su asistente de arriba abajo atolondrado. Tenía una minifalda apretada color gris, llevaba una camisa blanca dentro de ésta que dejaba ver parte de su gran escote. La chica tenía la piel mestiza oscura y sus ojos grises le daban una apariencia singular y muy atractiva. Su cabello negro, lacio y abundante estaba suelto y le cubría los brazos, debido a que era muy largo. Tenía una diminuta cintura y una cadera amplia y bien definida. Sus piernas eran largas y hermosas. Sus labios pequeños y carnosos y esas pestañas gruesas que aún no sabía si eran naturales. Qué decir de sus pechos, también dudaba que fueran los que la naturaleza les dio.

Pero había algo en ella que lo descontrolaba y lo ponía nervioso. Sabía que estaba mal y que no debía permitirse temblar cuando escuchaba aquella voz sensual o esa sonrisa que lo invitaba a pecar. Aunque ya su relación con Jimena no era como al principio, ella era su esposa y la madre de su hijo. No podía llegar tan lejos. Ella se acercó seductora y le entregó unos documentos rozando su mano a propósito. Él la miró con indiferencia, tratando de disimular su deseo. La chica salió un poco decepcionada, en cambio él se quedó perturbado, pues no sabía cuánto tiempo podía abstenerse ante aquella hermosa tentación.

La obsesionada

 La habitación estaba rodeada de cantantes rockeros y decorada con guitarras y algunos símbolos musicales. La chica se encontraba sentada frente a su computador embelesada con el perfil de Kevin que se reflejaba en el monitor. Ella se acercó a la pantalla besando la imagen que se mostraba allí. Sacó un álbum de fotos que tenía guardado en su gaveta con llave. El álbum se titulaba: "Mi gran amor" y estaba lleno de fotografías de Kevin. Entró su mano en la gaveta de donde sacó una foto arrugada. Esbozó una sonrisa tenebrosa y con un marcador rojo dibujó una equis en el rostro de Laura, quien posaba junto a él.

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