Mantenía su mano entrelazada a la mía, mientras caminábamos con sigilo por los pasillos de mi casa, intentando evitar a mi madre, que estaba sentada en el salón viendo la tele, con una amplia sonrisa en nuestros rostros, sin dejar que nada más nos afectase. Acabábamos de aceptar continuar con aquella locura, comenzar una relación juntos, aferrarnos el uno al otro sin que importase nada más. No podía evitarlo, estaba feliz y no me importaba nada más.
Reímos al llegar al jardín, cerca de la puerta de la calle, y nos miramos con complicidad. Y entonces se acercó a mí, besó mi mejilla, sonrió con calma, y se despidió:
Cerré la puerta tras él, admirando como se ponía la capucha de su sudadera, y caminaba calle abajo, hacia su coche.
Volví hacia mi casa, olvidándome de mi madre, mientras pensaba en él, en lo que habíamos empezado, en su suave beso sobre mi mejilla, sin poder evitar sonreír como una idiota.
Una tos frente a mí me hizo salir de mis pensamientos, levantar la cabeza y percatarme de que había entrado en el salón, donde mi madre veía la tele, y ahora miraba hacia mí en busca de una explicación.
El artículo era breve, lo que me permitió leerlo rápido.
¿Pablo… tiene novia?
Esta misma noche nos hemos quedado estupefactos al recibir esta fotografía, dónde Pablo … aparece con una chica cogido de la mano. Todo parece indicar que es su chica y según fuentes cercanas al cantante, ella es una de las bailarinas que le acompaña en sus conciertos. Así que no es de esperar, que entre gala y gala haya surgido el amor.
Temblaba, de arriba abajo, ante la sola posibilidad de que mi madre tuviese razón, de que él ya tuviese novia, de que yo tan sólo fuese… y entonces me di cuenta de algo. Él no había negado que hubiese una relación entre ellos, aunque yo hubiese pensado desde el principio que sólo eran amigos con derechos.
Dejé caer el teléfono sobre el sofá, y me levanté, estática, sin poder creer aquello, sin poder creer que todo fuese mentira, sin poder…
Me monté en el auto, histérica, y puse rumbo a su hotel, mientras mi mente divagaba por la conversación que él y yo habíamos mantenido aquella noche.
“Ella me hace olvidar” – resonaba en mi cabeza, una y otra vez. ¿Ella era su novia? Me pregunté a mi misma. Sólo eso tenía sentido para que él se hubiese quedado en el hotel en vez de asistir a la cita que teníamos esa tarde. No podía simplemente irse a la cita conmigo y dejar plantada a su novia, no podía…
Mis lágrimas comenzaron a aparecer en ese justo instante en el que me di cuenta de que él no era mío, él era de otra, y yo le había perdido antes si quiera de empezarlo.
Apreté el pedal del acelerador, molesta con todo aquello, mientras golpeaba el volante con una mano, sin poder dejar que mi llanto saliese al exterior, al darme cuenta de que tenía que volver a dejarle, tenía que dejar que él fuese feliz, que Camile le hiciese olvidarme, tenía que obligarle a dejar de aferrarse a mí.
Para colmo llovía, y aquello tampoco me quedaba ver con claridad la carretera hacia la ciudad, hacia su hotel.
Un fuerte fogonazo entre aquella oscuridad me hizo perder la vista de la carretera, por un momento, y un segundo después un enorme camión pitaba con insistencia. Tan pronto como volví la vista hacia la carretera pude darme cuenta de lo que sucedía: me había cambiado de carril y si no hacía algo pronto, sería arrollada por aquel tráiler.
Volteé el volante aterrada y este salió disparado de la vía, hacia los árboles, chocando con uno de ellos con tanta fuerza, que mi cabeza chocó contra el volante, haciéndome perder el conocimiento.