Alondra estaba convencida de que podía lograr que Giuseppe le creyera por lo menos que se iba con él por su propia cuenta, Felipe se estremeció por el dolor y ella bajó la cabeza soltándolo.
—Permítele que se vaya, me iré contigo – le dijo con los ojos nublados en llanto y un gran ardor en su garganta. Pero debía hacerlo. Se lo debía a su amor.
Giuseppe sonrió triunfante y ella se acerc&oac