Valeria miró a Lucca como si quisiera fulminarlo con la mirada, apretó su boca en un notorio gesto de molestia y expresó: —Tú no tienes por qué decirme lo que debo hacer, no eres mi dueño Lucca, yo decido con quien puedo hablar o no.
— ¡Sos mi esposa! Y no me agrada que estés hablando con ese hombre que se ve de lejos que anda babeando por vos—habló molesto. Ninguno de los dos quiso darse cuenta de que habían empezad