34. Ramsés cuida de su esposa
Ramsés nunca había tenido miedo como en ese momento, y es que de solo pensar que podía perderla, a él también se le iba la vida.
— Vamos, mi amor, mírame, te lo suplico — rogó con voz rota, pegándola a su cuerpo y besando cuidadosamente su frente — ¡¿Qué pasa con el doctor?!
— ¡Patrón! ¡Patrón! ¡Es el doctor! ¡Quiere hablar con usted! — le dijo un peón que entró corriendo a la casucha.
Sin perder tiempo, Ramsés tomó el aparato y se lo llevó a la oreja.
— Doctor, tiene que venir, es urgente. ¡Mi mujer está herida!
— Lo sé, es lo que me acaba de informar uno de tus hombres, pero Ramsés, estoy lejos de la hacienda. Hay un virus que se ha propagado por los pueblos aledaños y me he ofrecido como voluntario para asistir a tanto como puedan. Pero escúchame con atención lo que harás, muchacho.
Ramsés sintió que perdería el aliento. ¡La vida!
— Doctor, mi mujer necesita asistencia. ¿Recomienda que la lleve al hospital en helicóptero?
— No, no sabemos qué tanto ha afectado el golpe en la cabeza,