98. LA ENFERMEDAD DE ISIS
MERYTNERT:

El aire frío acaricia mi rostro, y el olor de los pinos, mezclado con la esencia de los lobos, me trae una especie de calma intensa, aunque no suficiente mientras el autobús avanza lentamente. Todavía estoy impresionada por lo que hizo Isis anoche con mi hermano.

—Isis, ¿te sientes bien? —pregunto, porque la veo cerrar los ojos a cada rato.

—No lo sé, Meryt, siento algo extraño —contesta Isis con voz baja, pasando la mano por su pecho.

—¿Cómo qué? ¿Quieres que llame a mi hermano? —pregunto asustada al ver que está pálida.

—No, Meryt, se me va a pasar —contesta y luego sonríe feliz. —Mira a mis hermanos.

Me asomo por la ventana. Los veo mientras suben al autobús. Los tres se acercan, se saludan con besos y se sientan cerca de nosotros.

—Isis, ¿qué tienes? —pregunta Alexis, tomándole una mano—. ¿Por qué tienes tan poca energía vital?

—¿Poca energía vital? —repito asustada, mirando a Isis.

El tono de Alexis me preocupa aún más. Él nunca es alarmist
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