Ella
Rafe y yo estamos de pie detrás del mostrador, mirando hacia la puerta principal de la clínica, esperando a que llegue la Sacerdotisa. Me muevo ansiosamente de un pie a otro y Rafe refunfuña y llora ansiosamente en mis brazos, probablemente captando mis emociones.
“Está bien, pequeño”, murmuro,