Funciona, por un momento… antes de que el sacerdote gruña otra de esas palabras arcanas y sienta un pulso de calor ardiente que sale de su mano izquierda, su muñeca se vuelve de repente blanca y caliente, demasiado caliente para que la sostenga, no sea que mi piel empiece a derretirse...
Rujo por el dolor y la frustración, pero aguanto lo suficiente para darle la vuelta, empujándolo con fuerza hacia la puerta que emite la luz amarilla en vez de hacia el largo pasillo. Si conseguimos meterlo ah