“Así que no puedo decir con certeza que nunca volveré a cometer un desliz”, continúa Sinclair, masajeando mis brazos con las yemas de sus pulgares. “Pero prometo considerar siempre tu perspectiva y consultarte siempre que pueda”.
“Gracias”, murmuro, apoyándome en su calor.
Él asiente y besa la parte superior de mi cabeza, envolviendo sus fuertes brazos a mi alrededor. “¿Aún quieres dormir en tus habitaciones?”.
“¿Me permitirías?”, pregunto, ya poniendo a prueba su determinación.
Sinclair me