Katherine sueña con ser directora de cine algún día, sabe que no es un camino fácil por recorrer y menos cuando no tiene fama, estatus ni contactos. Cuando por fin logra conseguir trabajo como asistente de director, se topa con Steven, un chico al cual horas antes le plantó una cachetada en la cara dejándolo marcado. ¿Qué puede ser peor que golpear al hijo de tu jefe? Steven por su parte no sabe a qué aspirar, pero lo que tiene bien en claro es que su lugar no es estar detrás de cámaras. Ambos tan distintos pero iguales, se enseñarán uno al otro que el amor no tiene por qué ser complicado y que este puede estar implícito en algo tan simple cómo lo es una taza de café. Sueños de miel cuenta la historia de estos dos chicos en donde nos muestra el amor en todas sus formas.
Leer másUn malestar en mi estómago hizo que me despertara, intenté ignorarlo y me removí un poco, sentí incomodidad y me percaté que no estaba en mi cama. Abrí los ojos y me senté para orientarme, lo primero que vi era que estaba en mi auto. El asiento del piloto estaba inclinado hacia atrás, no recordaba en qué momento me quedé dormido. La cabeza comenzó a punzarme como nunca, mi boca estaba seca y sabía que apestaba a drenaje.
La sensación en mi estómago se hacía cada vez más fuerte. Comencé a producir saliva excesivamente de un momento a otro. Abrí la puerta solo para vomitar, con cada esfuerzo salía más y más líquido, parecía que nunca iba a terminar. El olor a alcohol me llegó en cada respiración que hacía para tomar fuerza y seguir sacando toda la intoxicación de mi sistema.
Cuando por fin terminé me miré en el espejo retrovisor, tenía las ojeras más marcadas de mi vida, mi piel se veía pálida, mi cabello estaba despeinado. Bajé la mirada a mi ropa y noté mi camisa celeste manchada ¿era alcohol? La agarré y me la acerqué a la nariz para olfatearla, un olor fétido dio directo en mis fosas nasales, no era una mancha de alcohol, era una mancha de vómito. Abrí la puerta y volví a vomitar de nuevo, si la cruda no me había matado, oler mi propio vómito me mandó directo a las puertas de San Pedro.
Salí del auto y caminé hacia la puerta de mi casa zigzagueando. Abrí la puerta y lo primero que hice fue tirarme en el sofá rojo que mi madre había comprado hace tan solo unos días. Sentí que el sofá daba vueltas, cerré los ojos para contenerme. Sentí cómo mi garganta se secaba poco a poco, necesitaba beber algo, bañarme, lavarme los dientes, en realidad necesitaba dormir y descansar una semana completa, pero sabía que eso era imposible.
Me levanté para poner un poco de agua en la cafetera. Creía que eso era lo único que me haría sentir mejor. Me quité la camisa y la tiré al piso, me acosté de nuevo en el sillón tratando de recordar que había sucedido.
Mi cruda moral comenzó al instante. Muchos recuerdos se me vienen a la mente, pero particularmente se me vino uno que hizo que me sentara de golpe. Me levanté deprisa para ir a ver mi auto.
Salí de la casa y lo primero que noté es que estaba estacionado casi a media calle, estaba todo atravesado. Estaba tan mal hace un momento que ni siquiera me di cuenta de esto mientras luchaba por mi vida al intentar no ahogarme con mi propio vómito. Lo miré con más detenimiento, toda la parte de enfrente destrozada y ni siquiera tenía espejos retrovisores laterales.
—Esto es una joda ¡mis padres van a matarme! — Me llevé las manos a la cabeza. ¿Y ahora que m****a les iba a decir? Si ni yo mismo sabía que era lo había sucedido. Este auto me lo habían regalado por motivo de mi cumpleaños número 20 hace menos de dos meses. “Ya eres un hombre responsable” Recordé las palabras de mi madre mientras me entregaba las llaves en aquella ocasión.
Entré en el auto y lo metí a la cochera, suerte que ningún vecino se había quejado por esto. No tenía idea que hora era, pero aquí todavía no salía el sol. Recuerdos de hace algunas horas aparecían en mi memoria. Bebía de una botella de vodka como si fuera un jugo. Tipos que me aplaudían mientras lo hacía, pero a ninguno lo reconocía.
Volví dentro de la casa pensando en todo lo que había ocurrido. La pelea, Daniela, mis padres colgándome de las bolas del edificio más alto de Manhattan en cuanto se enteren.
El agua de la cafetera ya estaba caliente, agarré mi taza favorita y justo iba a verter un poco puse mis ojos en ella prestándole atención. Levanté la mano haciendo contacto visual con la figura de Dead pool, como si él pudiera verme y yo a él. Casi podía escuchar su voz diciéndome "Eres un idiota". La tiré al bote de la b****a, la bolsa estaba vacía así que apenas la taza tocó el bote pude escuchar como ésta se partió en varios pedazos.
Daniela me la había regalado el día de mi cumpleaños número 18 cuando recién nos habíamos hecho novios.Ahora no éramos nada, un mal sabor de boca me da con solo recordarla y no precisamente me refiero al sabor de mi aliento a drenaje, maldita bruja.Agarré una taza transparente y ahora si vertí café en ella, a pesar de estar tan impuesto al aroma del café, en ese momento mi nariz percibió ese delicioso olor. Técnicamente mi cuerpo estaba intoxicado y esto era como un alivio para mi ser. No recuerdo la primera vez que tomé café en mi vida, muy seguramente fue de algún sorbo que le di a los tan acostumbrados tarros que mi padre carga a todos lados. Desde ahí no pude dejarlo. Sentí mi lengua quemarse un poco en cada sorbo que daba. Pero era casi como un placer para mí. Por la ventana ya se percibían los rayos del sol. Encendí el televisor solo para ver la hora.
Al percatarme de lo tarde que era me levanté apresurado y me cambié de ropa, ni siquiera me dio tiempo de bañarme, cepillé mis dientes, consiente que no sería suficiente para quitarme este olor a borracho. Hace ni 15 minutos había despertado en mi auto destruido, ebrio aún y ahora tenía que salir corriendo hacia el estudio. Me puse perfume para disimular el olor, creo que con eso sería suficiente. Con suerte llegaría temprano y en un tiempo que tuviera me bañaría en las duchas de allá. En dos minutos metí ropa y lo que creí necesario en mi mochila.
Di un último sorbo a mi café y me miré al espejo, mi cabello castaño estaba un poco despeinado pero así solía usarlo algunas veces así que no habría problema, noté que la barba me estaba comenzando a salir y ya era hora de quitármela, pero tiempo era lo que ahorita menos tenía, salí casi corriendo de mi casa. Mi celular sonó, desvié la llamada y noté que tenía 5% de pila, no me daba tiempo de pedir un taxi, tendría que tomar el subterráneo.
Salí corriendo de mi casa, con mucha suerte y a una velocidad constante estaría abordando el metro en 10 minutos, lo que menos necesitaba ahora era que mi perfume y mi hedor se mezclara con mi sudor, pero ya era muy tarde para eso. No podía llegar retrasado, no podía faltar y mucho menos podía haber una excusa de por medio.
Por fin las puertas se cerraron detrás de mí. Mi celular sonó otra vez, con una mano me detenía mientras con la otra visualizo quién es. En la pantalla vi 7 llamadas perdidas. Y una entrante de Daniela. No contesté, lo puse en vibrador y así dejé que se quedara, pronto vi como la pantalla se puso negra avisando que la pila estaba completamente descargada. Guardé de nuevo mi teléfono en la parte trasera de mi pantalón.
En cada estación subían más y más personas y conforme a eso me tenía que ir recorriendo. Me acerqué a una puerta, en unas cuantas estaciones más me bajaría y no quería tener que estar empujando a todas las personas para poder pasar.
Me agarré del tubo viendo por la ventana. Escuché a dos tipos susurrar entre ellos. Por sus miradas hacia un lugar en específico entendí que hablaban de una chica. Volteé hacia ella. Estaba a unos asientos de donde yo estaba parado. Ella estaba sentada, dormía recargada al asiento, su cabeza estaba hacia atrás y su boca estaba entreabierta. Hice una cara de desagrado. Tenía unos lentes estilo aviador color dorados, parecían ser de aumento porque el vidrio era transparente.
Tenía el cabello pelirrojo casi naranja, no parecía que lo pintara. Su cabello estaba hecho un nudo como si de una coleta se tratara. Parecía que sentía la mirada de aquellos tipos agregando la mía, ya que se removió un poco y con ello abrió más la boca estando dormida. Dios, que mujer tan… no encontraba palabras para describirla. Parecía ser joven pero su apariencia me daba la de una señora fodonga.
Volví mi vista a la ventana, faltaban un par de estaciones para llegar a mi destino cuando escuché de nuevo a los tipos. Volví mi vista hacia la chica y en un segundo supe de que hablaban. Su camisa blanca de botones se había desabrochado de los primeros dos, dejaba ver gran parte de su pecho y dejaba a la vista su sostén color piel. Quité mi mirada en seguida. No me interesaba verla, ni siquiera era atractiva para mi gusto. Podría apostar que era de esas mujeres que se quedan solteras hasta los 50 y luego se llenan de gatos. Pues vaya que a ningún hombre le gustaría que su novia o esposa anduviera en esas fachas en público.
Uno de los hombres se acercó a ella. Ahí fue cuando me pasaron cosas por la mente. No me gustaba que los hombres fueran aprovechados con las mujeres o irrespetuosos. Yo podría ser un canalla, egocéntrico, patán y un cabrón, como tanto me lo habían dicho algunas chicas antes. Pero jamás había faltado el respeto de ninguna mujer en cualquiera de sus formas. Y no, pensar que es una fodonga es muy distinto a decirle que es una fodonga.
Caminé hacia ella, el hombre me vio y me hizo una mueca como diciendo “Hey, ¿ves lo mismo que yo?” Como si se sintiera orgulloso de su actitud.
—Oye —Dije tocando con mi dedo índice su hombro.
Ella se sobresaltó, lo primero que vi fueron unos ojos cafés tan claros que casi podría decir que tenían un tono amarillento.
—Tu blusa esta desabrochada —Advertí, el hombre a lado mío puso mala cara. Ella agachó la mirada para ver y en un abrir y cerrar de ojos puso sus manos sobre su pecho. Intentó abrochar los botones, parecía que aún seguía dormida y las manos no le respondían.
—¡Maldito pervertido! —La cara se me cayó al suelo cuando la escuché gritarme. Por inercia todos voltearon a verme. El subterráneo se detuvo, ella agarró el montón de bolsas que tenía sobre las piernas y se levantó. —¿Por qué no vas y le ves los senos a tu abuela? —No sé en qué momento su mano estampó mi mejilla. Puedo jurar que tenía las manos llenas de bolsas, no sé de dónde salió la mano que me golpeó.
—¿Qué? —Dije poniendo mi mano sobre mi cachete asimilando y soportando la vergüenza que sentía ahora mismo. Esto me pasa por querer hacer el bien. Los dos tipos reían detrás de mí. Las puertas sonaron avisando que ya se cerrarían. Ella volteó y me mostro los dos dedos de en medio. Seguía sin poder creer lo que había pasado. Vi hacia arriba y vi el nombre de la estación. “¡Con un demonio!” Era la estación en la que debí de haberme bajado, intenté salir, pero la puerta se cerró frente a mi cara. Oficialmente iba a llegar tarde.
Los días pasaron y con ello las semanas se convirtieron en meses. Tanto Katherine como Stephen encontraron la manera de darle forma a su propio destino. Katherine siguió trabajando con Albert y volvió a la universidad, hasta que un buen día Albert la dejó tener más participación a la hora de dirigir una película y ya no era solo su asistente. Por otro lado, Steven por fin sintió que estaba logrando su propósito cuando logró ser paramédico en el campo militar, sabía que su propósito era ayudar a quienes lo necesitaran aún así sabiendo que su vida corría peligro por estar en campo de guerra. Varias veces fueron atacados y en cada una de esas veces solo había un pensamiento dentro de él, Katherine. Él sabía que no podía morir en el campo de guerra, sabía que ella lo esperaba con su anillo en mano y sabía que tenía la responsabilidad de volver con vida. Así que decidió que cada vez que sintiera que las cosas iban mal, escribiría una nota para ella y en caso de que pasara
KatherineSuspiré, sabía que esto iba a pasar en un determinado momento.—Si soy Steven. En algún momento de la relación iba a contarte, pero creo que Daniela se me adelantó.—No tienes que contármelo, tú pasado no me interesa, yo te quiero justo ahora.Sonreí —Eso puedes decir ahorita, pero este tipo de cosas cobran factura y es algo de mi pasado que siempre me va a alcanzar. Esas fotos ya tienen más de dos años en internet, créeme, no me importa si Daniela hace o deshace con ellas. Por eso la vez que te conocí en el metro actúe de esa manera, creí que eras algún pervertido que de alguna manera me reconoció y querías propasarte. Después de que se filtraron esas fotos el acoso hacia mí era constante. Pero después cuando te fui conociendo supe que al parecer no tenías ni idea d
Steven Katherine estaba tan mal que me temía que hiciera una locura, los primeros días estuve día y noche con ella, al principio decía que quería estar sola, pero yo sabía perfecto que esa misma soledad es la que consumía a las personas poco a poco, así que ahí estaba en su habitación sin decir nada, solo sentado en la cama o en una silla. Quería que supiera que no estaba sola y no la dejaría derrumbarse. A veces ella dormía, otras veces solo escuchaba sus sollozos. No imaginaba lo que sentía ahora mismo, sus padres estaban igual. A mí me afectó lo de Trey siendo que nunca tuve un contacto verdadero de padre a hijo, pero a ella no imagino el impacto que le causó. Ella lo adoraba y yo también lo llegué a querer mucho en los meses que pasamos juntos. La abrazaba o solo la escuchaba, dejaba que se desahogara. Conforme pasaron los días ella iba mejorando, ya se reía de algunas cosas que yo decía e incluso ya salía de la cama. Ya estaba dispuesta a volver
—¿Qué tienes? ¿Qué te pasó? —Dije viéndola con detenimiento. La hice sentarse en mi cama mientras rectificaba con la vista que físicamente estuviera bien. Ella ni siquiera podía hablar. No paraba de llorar. Le ofrecí una toallita para que se limpiara las lágrimas. —Quieren quitarme al niño —soltó en un momento donde pudo contener las lágrimas. —¿Quién? ¿Su papá? —Ella negó poniendo sus manos en la cara —¿Entonces? Necesitas calmarte amor, así no te entiendo nada —Me di cuenta tarde de cómo le había llamado, era la naturalidad y la costumbre, pero a ella no pareció importarle o molestarle. —Han traído esto a mi casa hoy —Me dio un papel que tenía en la mano ya todo arrugado. No entendía nada, pero para lo que leí al parecer la citaban en dos semanas para la custodia de Trey. —No estoy entendiendo, tú eres su mamá ¿quién te lo quiere quitar? —No, no es que no me entiendes —Dijo intentando calmarse. Katherin
Los próximos días había evitado ir al trabajo a toda costa, la verdad es que no tenía cara para ver a los ojos a Katherine. Sé que esto me hacía un completo cobarde. ¿Pero que se supone que le iba a decir? Tenía que verla, decirle algo… pero no sabía cómo acercarme a ella sin que me soltara una bofetada antes de poderle decir algo.Por otro lado, Félix habló conmigo hace unos días, se puede decir que las cosas se arreglaron entre nosotros, pero él sigue diciendo que sigue sin entender muchas cosas, claro que no le conté lo que había sucedido de verdad, ese Félix era muy lengua larga y podría decir algo inconscientemente.Llegué al estudio, y lo primero que hice fue ver a mi alrededor para ver si ella estaba cerca. Pero no, todos estaban arriba abajo, pero ella no se veía por ningún lado. Liana estaba sentada mientras
KatherineMarqué el número de Steven por segunda vez y me mandaba a buzón. Ya se había retrasado y me parecía extraño ya que él siempre solía ser muy puntual.—Qué bonita te ves mami —Trey estaba comiendo un pedazo de pastel en la sala.—Gracias cariño.Afuera se escuchó un claxon, me asomé y era Félix quien estaba ahí, en el copiloto pude ver a Liana.—¿Qué hacen aquí?—Steven me ha pedido que pase por ti.—¿Qué pasó? ¿Él está bien?—Sí, pero nosotros tampoco tenemos idea, hace unos 20 minutos me marcó, nosotros ya estábamos en la premier, por eso es por lo que tardamos.—Que extraño, le he estado marcando y no me contesta.—Lo más seguro es que algo
Último capítulo