Adriana no conocía mucho a don Bruges, pero el desafío ya era de por si bastante complicado y no le daba miedo hacerlo aún más difícil. Miró a las cuatro personas sentadas en fila, se concentró y caminó hacia la mesa de perfumes.
—¿Sabes qué perfume va a preparar la señorita Adriana de primero? —preguntó Romano desde el público.
—Como es algo improvisado, haré lo que se me ocurra, tal vez los cuatro perfumes a la vez —dijo Adriana, mirando al público con una expresión seria.
—Les pido que guarden silencio, no me gusta que me interrumpan.
A Romano no le agradó ese comentario, pero prefirió guardar silencio.
Una hora después, Adriana ya había preparado cuatro perfumes diferentes. Aunque don Bruges solo había dado un desafío, estaba diseñado para cuatro personas, lo que en realidad eran cuatro desafíos diferentes.
Pero Adriana se sentía segura.
Desde pequeña, siempre le había interesado hacer perfumes. Aunque su padre no quería que entrara en ese campo, ella nunca dejó de ap