La atmósfera se volvió tensa de nuevo. De repente, nadie en el lugar dijo ni una palabra. Adriana estaba de pie, mirando a Romano, sentado junto a don Bruges.
Parece que, si no hacía nada hoy, se iba a convertir en una vergüenza para su país. Don Bruges la había escogido para que viniera, y esta competencia extra claramente había sido planeada…
Pero lo que más la había molestado fueron las provocaciones de la persona de antes. ¡Era una táctica para provocarla, y había caído pues en la trampa!
Adriana dio un paso al frente, se acercó al micrófono y dijo:
—Los demás competidores ya vinieron preparados, pero yo estoy improvisando. ¿Sería posible que me dieran un poco de tiempo para buscar inspiración?
—Claro que sí. —Romano sonrió de manera maliciosa.
Mientras ella aceptaba, Romano pensaba: ¿Qué podía hacer en tan poco tiempo?
—Además, ¿qué calidad de perfume puede salir de una improvisación? —dijo el asistente de Romano, aprovechando la oportunidad de agregar algo más.
—L