— Señor Dante… de acuerdo, me llamo Élodie Campos, tengo veintitrés años y en mi tiempo libre me gusta leer…
La voz de la joven temblaba y, de repente, comenzó una presentación propia sin previo aviso. Aunque, en general, su pronunciación era aceptable, algunas palabras delataban un acento difícil de ocultar.
— ¡Cállate de una buena vez!
Héctor levantó la mano para interrumpir.
— Recuerda lo que te dije. Mañana comenzarás a trabajar en Grupo Torres y muy pronto verás a José. Cuando estés frente a él, trata de no abrir esa bocota. ¡Cierra la boca y no hables de más!
— S-sí… lo tendré en cuenta…
Élodie se quedó en silencio, con clara incomodidad.
Dante la observó con cierta indiferencia. Ya no estaba preocupado. Con semejante actitud, José probablemente perdería el interés en menos de una semana.
Sin embargo, de pronto le vino una duda a la mente y preguntó con recelo:
— Si José se aburre muy rápido de ella, ¿qué haremos si vuelve a buscar a Adriana?
Héctor sonrió.
— Conozco bien a Adria