—¡Rodríguez a mi oficina ya!—grita mi jefe y pareciera que está enojado.
Y si me preguntan que hice, no tengo ni idea. Voy de prisa y entró sin tocar.
—¿Todo bien con la junta señor?— pregunté para tratar de calmar a la fiera que tengo delante de mí.
Mi jefe no me responde y lo que hace es que se acerca lo suficiente a mí. Trato de alejarme pero Eduardo es más listo que yo y coloca sus manos en mi cintura atrayendome hacia él.
—¿Señor que hace?—le pregunté un poco preocupada y tratando de soltarme de su agarre.
—No siga moviéndose así—susurra aún con sus manos en mi cintura.
—Necesito que me suelte y que se comporte—ordené mirándolo a los ojos.
Ups, mala idea. Muy mala. ¿Por qué el condenado tiene que mirarme así?
—La que me va a escuchar ahora es usted. Y déjeme decirle que no me importa que sea mi auxiliar de publicidad—reveló apartándose de mí y poniéndose a una distancia prudente.
Respiro profundo y con dificultad trago saliva fuertemente. Todavía no estoy preparada para