Capítulo 2

VUELVE A COGERME y esta vez enrollo mis piernas en su cintura, sin parar de besarnos me lleva hasta su habitación y allí me tumba sobre la cama, ahora sus besos ya no se limitan solo a mi boca.

Me levanta un poco la camisa, lo justo para dejar al descubierto mi ombligo, y entonces pasa su lengua por este rozando con su dedo la goma de mi culotte. Luego se coloca a mi lado y levanta un poco más la camisa para dejar mi pecho expuesto, llevo sujetador, pero aún así es muy erótico. Lo contempla unos segundos y sigue el contorno de este en círculos hasta el centro, acaricia mis pezones a través de la ropa y luego hace lo mismo con su boca, es una sensación increíble. Me quita la camisa por completo y la tira lejos, cuando intenta hacer lo mismo con el sujetador, le detengo.

—¿Pasa algo? —me pregunta.

—Yo antes, no... —le digo pero me cuesta horrores terminar la frase.

—¿Eres virgen? —me pregunta.

Asiento porque no me atrevo a decirlo con palabras. Al principio no reacciona, simplemente se limita a mirarme.

—¿Puedo preguntar por qué?

—No sé, no estaba preparada supongo. Y tampoco he tenido novios antes —le digo y se queda parado.

—Eres preciosa, seguro que en la Universidad los tienes haciendo cola. Perdona pero, es que no lo entiendo.

—No voy a la universidad, aún no he empezado —le contesto.

—¿Cómo que aún no has empezado? Tienes dieciocho años, ¿no?

—Tom, ¿no te lo ha dicho?

«No me lo puedo creer, ¿¡no lo sabe!?».

Me incorporo, cojo la camisa y me tapo con ella.

—¿Qué pasa, Mia? —me dice muy serio.

—Pensaba que lo sabías, Lucas —le digo y hago una pausa antes de añadir—: Tengo diecisiete.

Se queda blanco, creo que no es consciente de lo que acabo de decirle, y no me sorprende su reacción. Se levanta y empieza a recorrer la habitación de arriba abajo.

—Lucas yo...

—¡Ponte la camisa! —me ordena sin dejarme terminar la frase.

—¡Espera un momento! —le pido.

—¡No! Hazlo ahora. ¡Vamos!

Veo en sus ojos que no entiende nada, entonces se para y se sienta a los pies de la cama, me arrodillo a su espalda y le acaricio el pelo, pero me coge la mano y me aparta.

—¡No hagas eso por favor! —me dice. 

Aparto mis manos inmediatamente, no entiendo porque me trata como si le hubiera mentido, no le he dicho nada, simplemente, porque creía que ya lo sabría. Además, que tiene de malo, no es algo tan grave, después de todo tengo edad suficiente para estar aquí.

Me siento muy mal ahora mismo.

Me pongo la camisa, no sé que más hacer, pero de una cosa si que estoy segura, no quiero seguir aquí. Me siento avergonzada, humillada, me bajo de la cama para irme a mi habitación, pero entonces me coge de la mano y me abraza. 

—Espera, no te vayas —me pide y me levanta el mentón—. Mírame.

No soy capaz de mirarlo a los ojos, lo único que quiero, es irme de aquí.

***

LUCAS

¡No puede ser! Diecisiete años y ni me he enterado, como puedo ser tan idiota de no haberme dado cuenta. 

Aunque la verdad es que no los aparenta, es cierto que parece muy tímida, pero pensaba que era así, dulce e inocente. Y que sea virgen puedo aceptarlo —incluso el cavernicola que hay en mí se regodearía—, pero diecisiete años, eso sí que es un error. Sé que tiene edad legal para estar aquí, pero yo no puedo... no soy el hombre indicado para asumir esa responsabilidad.

No es que no me guste ella, porque Dios sabe que esa chica me vuelve loco.

¡Joder! 

Me muero de ganas de estar con esta chica. Desde que se ha caído en el sofá, que no he podido quitarle los ojos de encima. Y ahora que la tengo tan cerca aún menos. Me pone muchísimo y me muero de ganas de meterme en la cama con ella, pero debo pensar más con la cabeza y darme cuenta de que esto es irresponsable. Pero tampoco puedo dejar que se vaya así, esta claro que seguramente ahora se siente triste y humillada.

***

—Por favor mírame, no quiero que te vayas. Es sólo que..., no me lo esperaba, es todo. ¿Cómo es que no me lo has dicho? —me pregunta.

—Creía que lo sabias, de verdad. Pensé que tal vez, Tom, o Lola... no sé.

—Apenas he hablado con ella. Y Tom, ni siquiera me ha dicho que vendríais esta noche.

—No importa, pero deja que me vaya, por favor —le suplico y desvío la mirada. Solo quiero desaparecer.

Siento su penetrante miraba sobre mí, me levanta la barbilla para que lo mire y me siento avergonzada.

—Puedes irte si quieres. Pero de verdad que me gustaría que pasaras aquí la noche. ¡Quédate a dormir conmigo, por favor!

Le miro a los ojos y aunque al principio quería salir corriendo, algo en su mirada me dice que no huya, que me quede aquí con él. Tal vez no vaya a pasar nada entre nosotros, pero necesito estar cerca de él.

Vuelvo a agachar la cabeza, sigo avergonzada, pero cuando me levanta la cara cogiéndome de la barbilla otra vez, y luego roza mi labio con el dedo, me derrito otra vez y no quiero estar en ninguna otra parte.

—Es tarde. ¡Ven conmigo! —me dice y me lleva de la mano hasta su cama.

Me meto dentro y me pongo de espaldas a él lo más lejos que puedo, pero se acerca a mí y me da un beso en la cabeza, yo me doy la vuelta y le miro, entonces apoya su frente sobre la mía.

—Buenas noches Mia, que descanses —me dice.

Y no sé si es por el cansancio, o no sé muy bien por qué, pero enseguida me quedo dormida entre sus brazos.

Me despierto con el sonido del agua, no sé que hora es pero me siento en aquella cama tan grande y cojo la sábana con la que nos habíamos tapado, me la pongo en la cara y aspiro el olor a él que tanto me gusta.

La puerta del baño se abre y sale él con solo una toalla, totalmente mojado y más sexi que nunca, va directo a la cómoda y creo que no se ha dado cuenta de mi presencia o no sabe que estoy despierta, porque deja caer la toalla y se coloca unos boxers blancos dejandome ver su culo perfecto.

Hago ruido cuando se me cae el despertador de la mesita de noche y él se gira y me ve.

¡Tan torpe como siempre!

—Buenos días —me dice mientras termina de vestirse.

—Buenas noches, digo días, buenos días.

«Lo que yo decía, torpe».

Esconde una dulce sonrisa y temina de ponerse unos tejanos y una camisa negra, luego se sienta en la cama para atarse los zapatos.

—¿Has dormido bien? —me pregunta después de darme un beso en la frente.

—Sí, gracias —le contesto y salgo corriendo hacia el baño.

—Hay toallas limpias en la segunda estantería, y si quieres también hay cepillos de dientes nuevos en el primer cajón, a la derecha —me dice a través de la puerta cerrada.

No le contesto, estoy pasando tanta vergüenza por lo que ha pasado ahí fuera, y por lo de anoche, que no me sale ni una palabra.

—Cuando termines ven a la cocina. Pepararé algo para desayunar y nos vamos.

Al salir del baño me doy cuenta de que no tengo nada que ponerme, salgo de puntillas con la toalla enrollada al cuerpo y me quedo parada en medio del salón con todos mirándome.

«Pensaba que había dicho que estarían todos en la cocina».

Tom, Lucas y mi mejor amiga, viéndome pasar con solo una toalla, y encima saliendo de la habitación de él.

—Buenos, días —me dice Lola casi al borde de las lágrimas.

«¿Se está riendo de mí?».

Ni siquiera le contesto, esa bruja no se merece ni que le de los buenos días.

Me visto a toda prisa pero prefiero quedarme en la habitación que salir y tener que dar explicaciones, ¿que van a pensar de mí? Estoy tan avergonzada que creo que me voy a quedar aquí de por vida.

—¿Mia, estás bien? —me pregunta Lola entrando en la habitación detrás de mí—. ¿No desayunas?

—Si, ahora voy —le digo y finjo colocarme bien el zapato.

—Vale, te estamos esperando.

Cuando salgo un minuto más tarde, los tres siguen en el salón preparándolo todo. Lola y Tom están sentados juntos en una punta de la mesa, y Lucas apoyado en la barra.

Me siento lo bastante lejos de él y no puedo ni mirarlo a la cara. Miro a mi amiga y a Tom que me observan de reojo, él me sonríe y Lola, bueno, ella es Lola, se exactamente lo que piensa. Querrá que le cuente cómo fue anoche con todo lujo de detalles, pero si ella supiera que no hay nada que contar.

Lucas se acerca con una taza de café en las manos y unas tostadas, me ofrece el desayuno, pero le doy un sorbo al café y no toco las tostadas.

—Lola, tenemos que irnos. Vamos, es tarde.

—Espera, ¿solo vas a tomarte eso? Mía debes comer algo —me dice pero le ignoro—. Te dije que os llevaba, aún hay tiempo.

—No gracias, y no hace falta, no te molestes.

—Pero nena... —me dice Lola. 

—¡Vámonos por favor! —la corto y la miro suplicándole que nos vayamos.

Supongo que Tom se da cuenta de que estoy incómoda ante la situación, porque le pide las llaves a Lucas y después de recibirlas me saca de allí pasándome un brazo por los hombros. Ese gesto hace que me sienta algo mejor.

—Gracias —le susurro.

Me subo al coche y no digo nada más durante todo el viaje, ninguno de ellos me molesta ni hice ninguna pregunta incómoda.

Al llegar me meto en casa, me cambio de ropa y bajo al piso de abajo para cuidar de Liam.

Sobre las nueve Lola me recoge en casa de Olga y empieza con su interrogatorio.

—¿Por qué no me coges el teléfono? Estaba preocupada por ti —me dice abrazandome y añade—: ¿Es que te hizo algo ese tío anoche?

—No, que va —le contesto.

—Pareces un poco decepcionada. ¿Es que no le...? —me pregunta sin terminar la frase y señala sus partes.

—¡No! No seas cerda, siempre pensando en lo mismo.

—Va, cuéntame que pasó entonces.

—Estábamos a punto de hacerlo, pero cuando le dije que tenía diecisiete no quiso hacer nada conmigo. Al final solo hemos dormido juntos.             

—Que tío más raro. Todos los tíos fantasean con acostarse con una virgen y este resulta ser un tío decente.

—¡Joder Lola, como te pasas! —me quejo. Mira que es burrra.


Ya es lunes y apenas he podido dormir, pero ahora debo ir a trabajar. Me voy con la esperanza de que el día de hoy sea corto para poder volver a mi casa y dormir hasta el día siguiente.

De repente mi móvil suena en mi bolso y al cogerlo tengo un mensaje, pero no reconozco el número:

[[Buenos días Mia. Soy Lucas, ante todo quiero pedirte disculpas por mi comportamiento de la otra noche, no pretendía hacerte daño o hacerte sentir incómoda. Eres una chica estupenda y además preciosa, estoy seguro de que cualquier chico estaría encantado de poder compartir esa primera vez contigo, y creo que esa experiencia deberías vivirla con alguien especial. Yo sería muy afortunado de ser esa persona, pero no sería justo contigo. No me gustaría ser la causa de que pudieras arrepentirte en un futuro si no estuvieras del todo segura. Quiero que sepas que si algún día me necesitas, podrás contar conmigo. Deseo que todo te vaya muy bien. Besos]].

Al contrario de lo que para otras sería todo un detalle, a mí no me sienta nada bien, al revés, me hace sentir mucho peor.

Me paso toda la mañana apunto de llorar, estoy tan triste y tan hecha polvo que apenas presto atención a las clientas y eso hace que mi jefa, Sara, con la que me llevo muy bien, tenga que llamarme la atención varias veces, cosa que hasta ahora no había pasado nunca.

—Ya te puedes ir. No sé que es lo que te pasa hoy, pero espero que mañana estés más atenta —me dice Sara al final del turno.

—¿Nena que te pasa? Si que te ha dado fuerte. Es la primera vez desde que te conozco, que te veo así por un tío —me reclama también Lola en la entrada.

El resto de la semana lo paso bastante mal, pero ahora después de ese día en casa de Lucas, vuelvo a ser yo misma. Ya no pienso tanto en él, y vuelvo a sonreír.

El viernes Lola y yo estamos en un bar con unos amigos tomando algo. Voy a la barra para pedir unas copas y mientras espero que me atiendan, Lola se acerca por detrás.

—Mira a quién me he encontrado —me dice.

Viene del brazo de Tom y lo primero que hago al verlo es mirar para todos lados por si está con Lucas, no tengo ningunas ganas de encontrarme con él.

—Hola preciosa, ¿cómo estás? —me pregunta y me da dos besos.

—Bien gracias. Y tú, ¿qué haces por aquí? —le pregunto.

—Estoy con unos compañeros de trabajo. Pasaos y os invito a una copa.

—Vamos nena, será divertido —dice Lola ilusionada.

—Estamos con unos amigos Lola. ¿Quizás más tarde?

Lo siento por mi amiga, pero no me apetece nada recordar lo sucedido y sé que si vamos con Tom, acabaré arrepintiéndome. 

En nuestra mesa somos cuatro, y da la casualidad que dos de ellos son pareja y ya se marchan, así que nosotras dos nos quedamos solas —si quiero hacerlo a propósito no lo consigo—, al final Lola tendrá lo que quiere.

—Va nena, son solo las ocho. Nos tomamos la última con Tom y luego te prometo que nos vamos.

—Sabes que no va a ser así —le contesto—. Ves tú si quieres.

—Hemos venido juntas y nos vamos juntas, ya lo veré otro día —me dice y sé que se muere de ganas de ir con él.

Somos amigas, y por ella puedo hacer un sacrificio, cuando le digo que vayamos con Tom casi me caigo de culo cuando se abalanza sobre mí.

«Solo por ver su cara de felicidad, merece la pena el esfuerzo».

Lola le envia un w******p y no tardamos en encontrarles. Contando a Tom son tres chicos, uno rubio como él y el otro moreno. Son muy guapos, aunque viendo a sus otros amigos, no me extraña. Son todos socios en una empresa de desarrollo de Software y se conocen desde críos.

—Lola yo me voy, tú haz lo que quieras —le digo sobre las nueve.

—¿Ya te vas pequeña? —me dice Tom y me coge por la cintura.

—Sí, estoy cansada.

Les doy dos besos y me dirijo a la salida.

—Nena —me llama cuando estoy en la puerta.

Tom va con ella. Me sabe mal por qué sé que Lola no va a permitir que me vaya sola como buena amiga que es.

—Espera me voy contigo.

—Voy a hacer una barbacoa este domingo, en mi casa, con amigos y compañeros de trabajo —nos dice Tom a las dos, aunque solo está mirando a Lola—. Por supuesto, vosotras estáis invitadas.

—No sé, Tom. Intentaré venir —le digo—. Pero no prometo nada.

—Si es por Lucas no lo hagas, habrá mucha más gente allí.

La sola mención de Lucas revive los momentos que pase con él aquella noche, y no me apetece nada verlo.

—Me lo pensaré.

—Te prometo que no te molestará, confía en mí —me dice y me coloca la mano en el hombro—. Es un buen tío, Mia.

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