Manos a la obra
Ímpetu no nos faltaba, aunque el corazón resentía los daños de las calamidades que habíamos tenido que soportar en el proceso.
No era algo como para tener a menos, pero motivados todos como estábamos podíamos superar las barreras que se nos planteaban y avanzar más allá de nuestros propios límites.
Arthur y yo éramos los más afectados emocionalmente, aunque el chofer se esforzaba en ocultar sus emociones que, sin embargo, se notaban a flor de piel. Era algo verdaderamente inaudito, pero él estaba dejando en claro cuanta estima y devoción sentía por aquel joven CEO al que definitivamente veía como a un hijo.
Ana y Raúl, por su parte, no estaban del todo emocionalmente comprometidos en la situación, aunque Ana estaba dolida por la situación de mi hermano y de manera inevitable se sentía mal por la mala pasada que el destino le estaba jugando a mi amor; sin embargo, no podía compararse ni de lejos con el compromiso que nos conminaba al chofer y a mí; el abogado por su p