De vuelta al ruedo
Y como era de esperarse, habiendo logrado encaminar los pasos de una vida que había tenido tantos traspiés, volvíamos a tener la oportunidad de enfocarnos en nuestra realidad y en las que eran nuestras prioridades, y en ese momento en aquella oficina, tanto para él como para mí, las prioridades de ambos estaban bastante en claro: el deseo debía ser satisfecho.
Los besos más sabrosos de mi vida hasta ese momento me los regalo Cristian en aquella oficina. Él se había inclinado hacia mí y me había tomado por el cuello en una acción bastante autoritaria y apasionada que me dejó con el aliento cortado por el filo del deseo.
La silla de ruedas no era nada amigable con las demostraciones de afecto tan fogosas como a Cristian le gustaban, sin embargo, él se las arreglaba para sobreponerse a cualquier obstáculo y hacerme sentir la mujer más amada del universo.
Se notaba que aún le costaba adaptarse a la dinámica de una relación como la que estábamos viviendo sin haber tenid