Amistad inquebrantable
Ana quedó pensativa después desechar mi declaración determinada. Ella dejaba entrever que de cierta manera saber que yo estaba dispuesta a contarle todo le llenaba de una gran emoción y regocijo, pero su sentido de la pertinencia y sobre todo su vocación incuestionable para salvarme de mis propias metidas de pata salió a relucir en la forma de una pregunta concienzuda.
― ¿De verdad crees que sea lo más conveniente? ―Ana se me quedó viendo como para tratar de corroborar que aquella decisión de mi parte no respondía a un arrobo de impulsividad de los que ella sabía bien que en muchas ocasiones yo era presa―, Según recuerdo tú me aseguraste que el contrato que firmaste era estricto respecto a esa cláusula.
―Y lo es ―le afirmé―, por eso necesito que tú me prometas que guardaras absoluto silencio de todo lo que estás por escuchar.
Ana quedó aturdida por un momento, incluso tuvo que aprovechar la llegada del chico del servicio que se acercó a tomar nuestra orden, m