El día anterior la había abrazado y besado, pero entonces solo quería marcharse de la boda antes de que empezaran las preguntas, y no se había parado a pensar en lo agradables que resultaban esos labios o las curvas de su cuerpo. De pronto, era lo único en lo que podía pensar.Se suponía que el matrimonio debía hacer que todo fuera más fácil, pero, hasta el momento, estaba complicándolo todo más. Le hacía sentir que estaba retrocediendo. Regresando al lugar en el que había empezado. Volviendo a ser el hombre que había sido antes. Volviendo al infierno.Cerró los ojos por un momento y bloqueó los recuerdos. Deslizó los dedos suavemente por su cintura mientras entraban en el hotel. Estaba acostumbrado a ir a sitios así con Reanna, con el brazo alrededor de su cintura. Pero Leandra era diferente, sus caderas eran más anchas que las de su hermana, algo así le resultaba interesante. Bajó la mano ligeramente y acarició la curva de su cadera. Sí, muy interesante.–¿Es necesario que hagas eso
Nikos maldijo a los medios de comunicación a la mañana siguiente. De no haber sido por ellos, podría haber escapado de su esposa durante un tiempo, dado que tenía negocios que requerían su presencia en las oficinas centrales de Nueva York. Pero los medios se lo impidieron. Aunque en realidad no fueron solo los medios. Los empleados de la empresa habrían echado de menos a Leandra si se presentaba allí sin ella, teniendo en cuenta que acababa de casarse con la heredera.Sí, estaba atrapado. Necesitaba distancia para recuperar el control sobre sí mismo. Entró en el estudio y encontró a Leandra sentada en el sofá frente al portátil y un regaliz rojo colgando de sus labios. Aquella combinación de elementos le hizo recordar la noche anterior. Sucelebro solo habia podido procesar parte de la imagen que ella, todo lo que podia pensar era Dulce mas Rojo Labios igual a beso, Dios Bendito que le ocurria hacia años que habia aprendido que debia controlarse y no dejarse llevar por sus deseos. Esa
Leandra apartó la mirada y levantó la mano para apretarse la coleta. Después se mordió el labio inferior y él recordó haber hecho lo mismo la noche anterior. Nikos sintió la tensión en el estómago y en la ingle. Lo único que podía hacer era mirarla y concentrarse en el calor que invadía todo su cuerpo.–Te lo daré todo –añadió lentamente–, porque eres mi esposa. Y nadie más que tú ocupa ese puesto. Ni ahora ni nunca. No importa cómo haya empezado esto.–Gracias, Nikos –contestó ella con tristeza en la mirada.Él deseaba ofrecerle más. Ofrecerle consuelo. El problema era que él era la última persona en el mundo a la que debiera permitírsele ofrecer consuelo. O ternura. Porque, si alguna vez bajaba las barreras, la oscuridad comenzaría a invadirlo todo.Normalmente, regresar alaCoorporacion era como regresar a casa. Pero Leandra no se sintió como en casa al entrar en el recibidor de mármol. Estaba igual, pero todo había cambiado. Su padre no estaba allí. Estaba en Rodas. Y, aunque no hu
Jose Koars le había acogido y le había mostrado que había otra forma de vivir, otra manera de actuar. Se sentó frente al escritorio y, de pronto, se dio cuenta de por qué le parecía tan vacío. Un curioso recuerdo del pasado que, ahora, parecía muy vívido.Leandra no le había dejado ningún dulce. Los días en Nueva York fueron básicamente tristes, firma de contratos y interminables reuniones. Lea evitó a su esposo todo lo que pudo. Pasó el tiempo en su tienda y en su laboratorio, experimentando con los sabores.No solía dedicarle mucho tiempo a la creación de nuevos productos, no en ese punto de su carrera, pero, cuando estaba estresada, era una distracción agradable. Pero las proxima dos semanas estaban a punto de tocar a su fin. En pocos minutos. Y eso significaba que la luna de miel iba a empezar. Y, con ella, el romance. Con un hombre con el que apenas se hablaba. ¡Viva!Iba a encontrarse con él en el aeropuerto, porque ambos habían estado demasiado ocupados para compartir un coche
Abrió la puerta y entraron, Leandra le siguió y escudriñó el lugar. Era una estancia enorme con techo con vigas descubiertas, el suelo también estaba hecho de madera y daba la impresión de ser algo rústico en mitad de tanto lujo,con una decoracion sencilla pero se dejaba ver el poder del dinero aqui y alla. Podia apostar su negocio que los cuadros colgados en las paredes eran originales por no decir nada del hermoso candelabro que colgaba en la entrada. El dormitorio estaba separado de la zona principal por una cortina de gasa. Al otro lado, había una cama para dos.–¿Qué riesgo? ¿El riesgo de fracasar?–No. El fracaso no sería tan malo en si. Hay cosas más grandes, más oscuras que temer –dejó la maleta que llevaba y caminó hacia el otro extremo de la habitación–. Deja que te haga una pregunta, Leandra–Claro.–¿Crees que eres una buena persona?–Sí. Supongo que sí. Hago dulces, no la guerra. Y sonrío a la gente cuando me cruzo con ella por la calle. Nunca le quitaba dinero a mi abue
Leandra estiró la mano y le acarició la cara.–No sé... Es más agradable que pelear, que parece que es lo único que podemos hacer. Pelear y besarnos. Y, en ese instante, las riendas que le frenaban se rompieron. Agachó la cabeza y la besó en los labios, demasiado ansioso para esperar. Cuando se apartó, ella tenía los ojos muy abiertos y la boca hinchada.–Oh –murmuró.–¿Qué? –preguntó él, temiendo haber sobrepasado los límites.–Perdona, pero es que me has dejado la mente en blanco.–¿Y eso es bueno?–Sí. Es solo que... No creo que pueda decir nada ocurrente durante al menos un minuto, así que quizá podrías apartar la mirada y dejarme con mi vergüenza.–¿Vas a nadar?–Creo que hay que esperar al menos media hora para nadar después de quetu cerebro haya tenido un cortocircuito.–¿Es un hecho científico?–Ni idea.Nikos sonrió. No porque quisiera que ella le viera sonreír, no porque necesitara proyectar un sentimiento. Sonrió simplemente porque no pudo evitarlo, su querida esposa tenia
Nunca había experimentado aquella urgencia. Pero estaba temblando y sentía que la necesitaba más que al aire. Intentó mirarla y ver a la niña que había sido, intentó recordar por qué en otra época no la había deseado. Aunque ya no estaba seguro de si esa época había existido. ¿Cómo podría no haberse dado cuenta de aquello? ¿Cómo podría no haberla deseado nunca?Recordó a la niña que siempre le dejaba regalos. La que le contaba todo lo que ocurría en su vida. Una niña que le había hecho sentir como ninguna otra persona. Ni siquiera la mujer a la que creía haber amado. Le tocó la cara y le acarició el labio con el pulgar. Nunca antes había tocado a una mujer de esa forma. Con reverencia. Con respeto.El recuerdo de sus encuentros anteriores le avergonzaba. En su antiguo mundo, en el mundo de su padre, trataban a las mujeres como a objetos. Y su último encuentro con una mujer había sido horrible. Bajo el influjo de las drogas. Aquella noche había consumido más que nunca antes.¿Y por qué
Aquella conversación le hacía sentir incómodo. Tal vez fuera el orgullo masculino. Tal vez no fuera tan diferente de los demás hombres. Tan inmune a las cosas estúpidas mediante las cuales los hombres medían su éxito. Sabía que no había nada de malo en seguir los instintos. Era respetable. Cualquier hombre podía tener todo el sexo que quisiera. El control era lo verdaderamente importante. Aun así, le daba un poco de vergüenza confesárselo a su esposa.–No lo pareces, eso seguro –murmuró ella.–¿No?–Has visto muchas cosas. Se refleja en tus ojos –estiró la mano y le acaricióla frente–. ¿Qué has visto, querido esposo?–Cosas que tú no has visto. No quiero que cargues con eso.–Pero, como bien dijiste, no naciste el día que te presentaste en la finca demi padre.–El hombre que soy ahora sí lo hizo. Y ese hombre es quien va a hacer el amor contigo esta noche. No el hombre que era. No el hombre en quien podría haberme convertido.–Pero quiero saber qué te hizo ser como eres.–No. Leandr