Capítulo 2

La música hacía que cierto ambiente de relajación se colocara a nuestro alrededor, y eso era bueno. No faltaba mucho para llegar a Calypso, a decir verdad, a lo lejos se podía ver la entrada principal. Cuando por fin llegamos, al principio pensé que sería otro pueblo aburrido, pero no fue así, era muy colorido, en mi opinión diría que rústico es la palabra adecuada, le quedaba perfecta aquella definición.

Los habitantes del lugar nos observaban, y a pesar de que por breves momentos imaginé que nos verían como bichos raros, estaba equivocada, ya que cada persona que se cruzaba por nuestro camino nos saludaba cordialmente, unos más iban adentrados en sus cosas, y algunos otros hacían como que no nos veían. A Milan le divertía eso, le gustaba sentirse el chico malo.

Mientras tanto, mi madre buscaba entre sus cosas una lleve, la cual sería la de nuestro nuevo hogar, pero claro, sin quitar la mirada de enfrente y con todas las precauciones debidas, para evitar algún tipo de accidente.

Al cabo de unos quince minutos, llegamos a una zona verdaderamente hermosa, había un bosque que dividía a cada casa, con una distancia aproximada de unos cincuenta metros.

Al parecer nuestra casa era la última de la zona, al verla quedé fascinada, frente a nosotros se encontraba un lago cristalino y muy amplio, una que otra ave se paraba en alguna roca cercana para beber agua.

—¡Bien, hemos llegado! —dijo mi madre muy entusiasmada—. ¿No es hermoso?.

—Tan tranquilo, como un paisaje plasmado en un cuadro de Da Vinci —hablaba Milan mientras tomaba fotografías—. Todo un reino.

A Milan le encantaba la fotografía, siempre ha dicho que quiere llegar a ser un fotógrafo muy famoso, y estaba segura de que lo lograría. Sabía que había ahorrado mucho dinero para poder comprarse su cámara profesional, él estudiaba y trabajaba conmigo en una tienda de antigüedades, ganábamos bien, y a mí en lo personal, me agradaba aquel ambiente, siempre tuve cierto gusto por las cosas antiguas, mi época favorita era la medieval. Por otra parte, Milan recibía dinero mensual por parte de un tío lejano, el cual era dueño de una muy buena fortuna, siendo hermano mayor de su madre, se sentía con la obligación moral de ayudar a Milan, y yo le estaba agradecida por eso.

A él no le faltaba nada en la vida, con excepción de sus padres.

—¡La casa es hermosa mamá! —no pude contener mi emoción.

La casa era al estilo rústico, un día atrás, me había tomado el tiempo suficiente para revisar un plano que dejó mi madre por accidente en su escritorio.

El cual, mostraba detalladamente toda la construcción del hogar, medidas y hasta un escondite secreto.

Al parecer los dueños antiguos de la casa sentían un gran gusto por los atajos, y pasajes secretos. No le quise decir nada a mi madre, quería que pensara que no sabía nada de aquellos lugares dentro de la casa, y pensándolo bien, sería divertido explorarlos con mí mejor amigo, a Milan le daban cosquillas ese tipo de cosas, era un valentón.

Nuestro nuevo hogar era una casa de dos pisos, con cochera y pasto por donde voltearas a ver, adentro, en la planta baja, estaba la estancia principal con una gran chimenea, una cocina y un baño para invitados, más un cuarto que le serviría de estudio a mi madre. Secretamente había un sótano, y debajo de él, un cuarto que media lo mismo que el ancho de la casa, no dejaba de preguntarme para que querían eso los antiguos dueños. En el primer piso subiendo las escaleras había exactamente cinco habitaciones, y un baño amplio, al aparecer uno de esos cuartos se conectaba directamente con el otro, en el fondo sabía que serían míos, una habitación sería la de huéspedes, en el segundo y último piso se encontraba un gran ático, la casa estaba pintada de un verde militar hermoso.

Los tres bajamos nuestras maletas, y nos dirigimos a la entrada principal, mi madre abrió la puerta muy emocionada, y tal como lo imaginaba, era todo muy bonito, la mudanza no tardaría en llegar, estarían a las dos en punto, tal y como lo prometieron.

De pronto sonó el celular de mi madre, pero al verlo, su rostro cambió radicalmente a uno más triste y gris, a las personas invadidas por el dolor o la tristeza, yo las llamaba personas grises. Estaba segura de que se trataba de mi padre.

—Chicos, elijan su habitación y echen un vistazo a la propiedad, yo tengo algo que atender —dijo mi madre sin decir nada más, y saliendo de la casa.

Me mordí el labio inferior, me preocupaba.

—No debes preocuparte de más, ella estará bien —me dijo Milan poniendo su mano en uno de mis hombros—. Es fuerte, al igual que tú.

—Me conoces bien —le dije sonriendo—. Tan bien, que a veces da miedo, tengo la ligera sospecha de que incluso me conoces mejor que yo.

—¿Te doy miedo? —me preguntó dirigiéndose a las escaleras—. No, tú no me tienes miedo, te da miedo que las personas entren demasiado en ti, porque de esa manera te tienen atada.

—Eres como mi otro yo, ¿sabías? —dije entre risas—. Pido primero.

—Las damas van en ese orden Crys —esperó a que subiera para después seguir mis pasos.

Yo sabía cual sería mi habitación, y no dudé en dirigirme a aquel lugar, Milan no protestó, todo lo contrario, eligió la habitación que estaba frente a la mía. Cuando entré me llevé una gran sorpresa, era muy amplia, y tenía un gran ventanal deslizable que daba a un pequeño balcón, con vista a la parte trasera de la casa, se podía ver perfectamente el lago y el gran bosque, me encantaba, enseguida abrí la puerta que daba a la siguiente habitación, y al igual, era amplia, con una sola ventana, esta no tenía puerta que diera al pasillo, lo que significaba que para poder tener acceso, tendrían que pasar por mi habitación, aquello no me molestaba en absoluto, ya que ahí sería mi biblioteca personal.

Yo amaba la lectura, desde pequeña era mi pasatiempo favorito, contaba con una pequeña colección de 2,800 ejemplares, perfectamente cuidados, muchos de ellos los recibí cada cumpleaños, otros me los regaló Milan, y unos cuantos los compraba con mis ahorros, también colocaría algunas antigüedades que coleccionaba, eran mis más preciados tesoros.

Estaba a punto de salir de aquella habitación, cuando sonó mi celular, temerosa de mirar de quien se tratara decidí ignorar la llamada, pero al ser tan insistente, terminé por contestar, y al ver la pantalla y saber que no era Tony, me sentí aliviada, era mi padre.

—Hola —contesté sin mucho ánimo.

—¡Hija, me alegra escucharte! —su tono de voz era algo extraño, estaba enfadado—. ¿Cómo estás?.

—Bien, ¿Y a qué debo tu llamada? —le pregunté directo al grano.

—¿Acaso un padre necesita un buen motivo para llamarle a su hija y saber cómo está? —me preguntó.

Me asomé por la ventana en ese momento, y observé como mi madre estaba caminando de un lado para otro alrededor del lago, las lágrimas mojaban su rostro, odiaba verla destrozada. Recordándolo bien, mi padre siempre había sido un mal esposo con ella, hubo una sola ocasión en la que se atrevió a ponerle una mano encima, yo estaba pequeña, tendría la edad de siete años, había llegado de la escuela con un examen excelente, siendo así el primer lugar.

En ese entonces, mi padre sentía cierta fascinación por el alcohol, moría por mostrarles mi logro, pero al bajar de mi habitación, observé como discutían, al tiempo que mi padre le daba una bofetada a mi madre, tirándola al suelo casi inconsciente.

Yo me quedé inmóvil, temerosa de que me fuera a pasar lo mismo, pero no fue así, mi madre me vio y decidió ignorarme, yo salí corriendo y me escondí debajo de mi cama, esa noche mi madre no me dio de cenar, y para ser honesta no tenía hambre. Al día siguiente, a la hora del desayuno los dos parecían dos esposos que se amaban locamente, pero odiaba escuchar a mi madre llorar cada noche, supongo que desde aquel día decidí ser su protectora.

—¿¡Vamos, qué le hiciste a mamá!? —le pregunté—. ¿Y a qué se debe tu llamada?.

—Pues... —guardó silencio unos instantes—. Me gustaría que tomaras presencia en mi futura boda, los trámites del divorcio están a nada de concluir, y así, más adelante vivas conmigo, te quiero regalar la familia que nunca tuviste.

Esa era la razón por la cual mi madre estaba llorando, mi padre le había informado de sus egoístas intenciones, por otra parte mi madre no tenía de que preocuparse, pasara lo que pasara yo nunca me iría a vivir con él, y mucho menos con su nueva familia, yo ya tenía la mía, que aunque era pequeña, era mía.

—¡Claro que estaré en tu boda!, pero no me iré a vivir contigo.

—¿Estás segura hija?, conmigo estarías mejor, no te faltaría nada, eso te lo puedo asegurar —trataba de persuadirme—. Deberías pensarlo mejor.

—Papá, no tengo nada que pensar, creo que deberías dejar las cosas por la paz, referente a mí, yo viviré con mi madre, no cambiaré de opinión —le dije levantando un poco la voz—. Así que te pido de favor que dejes de atormentarla con eso porque no sucederá.

Ambos guardamos silencio unos segundos, escuché como mi padre suspiraba, y comencé a tranquilizarme.

—Veo que has tomado una decisión, la respetaré, pero seguiré girándote dinero y tu mesada aumentará más.

—Me conoces, sabes que lo material y monetario no me importa mucho —estaba cansada—. Hablamos luego.

—Si, te quiero hija —dijo en tono triste.

—¡Hey, aún te quiero!, después de todo eres mi padre —odiaba ser la villana—. Sabes que no puedo ni quiero dejar sola a mamá, se moriría.

—Lo sé.

—Pero prometo visitarte en las vacaciones —le dije para tranquilizarlo—. ¿Qué te parece la idea?.

—Me haría muy feliz hija.

—¡Pues ya está!, tengo que colgar.

—Hasta la próxima llamada Crystalle.

—Te quiero papá.

—Y yo a ti hija.

Colgamos y me sentí un poco más tranquila, habían quedado bien las cosas al menos entre nosotros, no quería hablar con mi mamá de ello, no era buena platicando ese tipo de temas con ella, el único con el que sentía la libertad de hablar de esas cosas, era con Milan.

Salí de la que no tardaría en ser mi habitación, cuando Milan me llegó de sorpresa, pegándome un buen susto.

—¿Por qué esa cara de papel? —me preguntó con mucha alegría—. No me digas que hablaste con Tony.

—No, era mi padre, pero prefiero no hablar de eso ahora.

—Está bien, solo vengo a decirte que los chicos de la mudanza han llegado.

—Pues andando —dije mostrando mi mejor sonrisa—. No hay que hacer esperar a mi mamá.

Me dirigía a las escaleras cuando Milan me detuvo con sus palabras mágicas.

—No debes preocuparte por ella, sabes —su tono de voz era nuevamente serio—. Abajo está el oficial Wilsonk, puede que en estos meses muchas cosas cambien, ¿no lo sientes?.

—¿Sentir qué?.

—Este pueblo tiene algo, es como si estuviera destinado a nosotros.

Aquellas palabras de Milan me hicieron pensar en lo egoísta que era, no había sido la única persona que pensaba así, compartía la misma sensación con él.

—Puede que tengas razón, ¿pero sabes qué es lo mejor de todo? —volteé y le sonreí.

—Que.

—Que te tengo a ti a mi lado, y eso basta y sobra.

—Estás en lo correcto, sin mí, estás perdida Crys —dijo entre risas.

—Bajemos.

Ambos nos dirigimos hacia la estancia principal, estaba emocionada por todo, era el inicio de una nueva aventura, había que darle un nuevo rol a nuestro destino.

Y que mejor, que en este pueblo al cual estábamos destinados.

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