Lenora se levanta y abre la puerta del apartamento. James se pasea por el pasillo y se apresura a entrar tan pronto como se le permite la entrada.
“¡Mi amor!”, exclama él cuando ve a Delilah acurrucada en el sillón. Él se arrodilla, acaricia su rostro y le da pequeños besos.
“Oh, cachorro. No te preocupes. Estoy bien”. Ella sonríe cuando él se acerca a su lado.
“James, puedes llevarla envuelta en la manta para que no tenga frío. La buscaré en otro momento”, le ofrezco.
“Está bien, Luna. Mi camioneta está al frente”. Él desenvuelve cuidadosamente a su pareja de su capullo y me entrega la manta antes de levantarla al estilo nupcial. Lenora la cubre con su abrigo.
“Delilah, iré a verte mañana si te sientes mejor”, le digo.
“Gracias, Kas”, dice somnolienta, apoyándose en el pecho de James. James sale del apartamento con cuidado para poder llevar a su pareja a casa y cuidarla. Siento una punzada de culpa en mi corazón. No soy capaz de curar a Delilah porque ella no es una mujer lo