Epílogo.
Corría tras el pequeño pelinegro de grandes ojos azules, debía poner al niño el traje para asistir a la boda de su cuñada, Gabrielle le había dejado encargado del niño, ella estaría ocupada con Juliette, pero aún faltaba el corbatín y la chaqueta.
—Ares —llamaba Helios buscando al más pequeño de sus hijos—. ¿Dónde estás enano? Si llegamos tarde tu madre me matará y no quieres eso.
—Papá.
Helios se dió la vuelta de inmediato reconoció esa dulce voz —Selene hija pensé que llegarías a las diez de la mañana, tu madre me pidió pasar por ti.
—Papá son las doce y media —musitó la muchacha recostandose al marco de la puerta—. ¿Se te perdió Ares?
—¡¿Qué?! —respondió con dramatismo—, no perdí a Ares es solo que jugamos a las escondidas. Si es eso y que el enano es muy bueno y escurridizo.
—¿Ah sí? —cuestionaba la adolescente arqueando una ceja no convencida de las palabras de su padre, ella al llegar vió a su hermano memor de en la cocina atascandose en un bote de mantequilla de maní con g