Ella jadeó y se tapó la boca con las dos manos. "Eres dos". Su mano se movió en el aire al lado de mi cabeza y ella jadeó aún más fuerte, sus ojos se abrieron de par en par, "¡Wow, eres gemelo!".
Negué con la cabeza y dejé de intentar encontrarle sentido a sus palabras. Agarré su bolso que estaba sobre la mesa y que contenía dos bandejas, tres y un vaso en cada una de las bandejas.
"Señor, ella aún no paga la cuarta copa", me avisó el camarero.
"Invita la casa", le dije y seguí ayudando a Ana a salir. Mientras abría la puerta y la ayudaba a entrar en el coche, ella insistía en que dejara entrar a "mi gemelo".
Mientras la llevaba a casa, siguió balbuceando palabras incoherentes hasta que poco a poco se fue calmando y se quedó dormida.
La miré y sonreí por lo tranquila y hermosa que se veía mientras dormía, y luego se me borró la sonrisa preguntándome por qué estaba tan borracha.
Estacioné frente a su apartamento y encontré las llaves en su bolso. Luego la cargué dentro.
"Mierda",