Él no me enviaba mensajes de texto al azar como siempre hacía. Después de hacer el amor, no se quedaba despierto, ni me abrazaba para conversar sobre el trabajo o iniciar cualquier otra conversación al azar. Se daba la vuelta, se iba a dormir y se ponía a trabajar.
Ya no se reía tanto como antes y cuando lo hacía, sus ojos no tenían alegría y su risa era plana. Intenté todo para que hablara conmigo, cualquier cosa que impidiera que se me escapara de las manos, pero era como si construyera un muro impenetrable a su alrededor, encerrándose en él mismo y alejándose de todo el mundo.
Intenté ser comprensiva. "Simplemente está agobiado", pensé y creí porque yo también lo estaba.
El matrimonio no era un paseo en manada y las cosas sucedieron rápidamente entre medio. Y entre que quería pasar el resto de mi vida con el hombre del que me enamoré locamente, me sentía abrumada y asustada pero creía que mientras nos tuviéramos el uno al otro, sobreviviríamos a todas las tormentas.
Pero Aiden n