Secretos

Brianna 

La sensación de la mano dominante de Apolo me estaban haciendo sentir un cosquilleo en todos los sentidos, una fuerza infernal que me hacía sentir ahogada. 

Nunca había sido completamente inocente no importa lo que creyera él, pero indudablemente siempre fui un poco tonta. Porque mi corazón se apretaba con su roce, y se encogía de dicha cuando él se mostraba posesivo también.

 Quizás debía temerle, como había dicho Ludovico, si esa era su nombre. Habían señales en todos lados. Él me miró ligeramente con complicidad, y yo negué de forma casi imperceptible. 

Me aparté del espejo y caminé hacia la puerta.

Apolo colocó su mano en la espalda baja y me indicó que saliera. 

—Nuestro coche espera, bella. 

El viaje de una hora se me a
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