Abrí los ojos, pero, la claridad me molestó. De repente, la idea del secuestro me asaltó la mente y, aterrorizada, comencé a detallar la habitación. Las paredes blancas me llamaron la atención, porque contrastaban con el sucio recinto donde me tenían secuestrada. Me incorporo en la cama y veo el suero que han conectado a mi brazo. ¿Cómo llegué aquí? Intento quitarme las agujas, totalmente asustada. Si Ransés me había traído al hospital tenía poco tiempo para escapar.
- Tranquila, te vas a lastimar. Estás a salvo – me sobresalté. ¡Esa voz! Creí que no volvería a escucharla.
-¿Jerry? – pregunté sin poder pararme a observarlo.
Me tomó las manos, con delicadeza y las apretó, brindándome apoyo, después se colocó a mi lado y preguntó:
- ¿Cómo te sientes?
- Mi cuerpo está adolorido, por los golpes… - no pude terminar porque comencé a llorar, totalmente desconsolada. Mi protector se sentó a mi lado, besó mis manos y me abrazó.
- No, preciosa, no llores, ya estás a salvo – dijo.