– ¿Sabes? – le digo a Sara para captar su atención sin embargo sigue mirando la oscura noche por la ventana del carro – cuenta la leyenda que en este sitio por las noches, se escuchan gritos – eso hace que voltee de pronto con sorpresa mientras apago el motor
– Will, es un motel – sonrío un poco
– Si, lo sé – respondo mientras nos bajamos
– ¿Que? Acaso ¿quieres que hagamos algo distinto? – la miro de reojo mientras caminamos hasta la entrada
– No precisamente – entramos y subimos directo al ascensor, luego de saludar con la cabeza a la recepcionista, nos bajamos en el sexto piso y caminamos por un pasillo un poco largo hasta la puerta del final y toco
– Podrías contarme que hacemos aquí
– Ya lo veras – abren la puerta y ahí está un hombre de quizás unos treinta años de cabello negro alborotado húmedo, barba al ras bien definida con pantalón y camisa negra, los pies descalzos y una toalla en la cabeza que se la pasa tratando se secarse hasta que nos ve
– Williams – dice después de unos