Segunda Oportunidad
Segunda Oportunidad
Por: Wendy Muñoz
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Eleanor

—¡Ya estoy harta Blake! —le grité llamando la atención de los que estaban a nuestro alrededor.

Las ganas de querer gritarles a ellos también que se metieran en sus propios asuntos fue tentador, pude hacerlo, pero no planeaba perder la batalla de mirada que sostenía con Blake.

No suelo gritarle, de hecho, yo no grito. Normalmente es él quien grita, pero estábamos teniendo una discusión demasiado acalorada que no pude resistirlo.

Tiene meses estando insoportable e irritable. Se molesta por todo. Grita por todo. Reclama por todo. Encuentra cualquier pretexto para pelear en todo. Y ya estaba cansada de su estúpida actitud.

—No grites —me riñe con los dientes apretados. Me regodee un poco al ver su gesto.

Conseguí mi objetivo de hastiarlo, pues solo hace eso cada vez que está intentando controlarse, y apostaría lo que fuera, a que está haciendo un gran esfuerzo para no gritarme enfrente de todos, así como lo hace cuando estamos a solas.

—¿No vas a gritarme? —lo incito. Me mira como si no me reconociera, la verdad yo tampoco lo hacía—. Hazlo. Sé que te muere de ganas por hacerlo.

—Cierra la boca, Eleanor.

—¿Entonces tú si puedes gritarme cuando se te da la gana y yo no puedo hacerlo? —le cuestiono con todo el cinismo y toda la intención de hacerlo explotar de una vez por todas.

Unas terribles ganas de que todos vieran como era, me abordaron repentinamente.

Dio un paso en mi dirección, y no pude retroceder el mismo cuando me tomo del brazo con demasiada fuerza, casi lastimándome. Estaba segura de que él tenía conciencia de la fuerza que aplicaba en mi brazo.

Me atrajo hacia él, y me fulminó con la mirada a la vez que me jalaba del brazo y comenzaba a alejarse del resto.

Mire sobre mi hombre y sus “amigos” estaba sorprendidos. Creo que ninguno de ellos se esperaba que terminara así, pues ellos conocían mi relación con Blake, y creo que para todo ellos, les resultaba raro vernos discutir.

Ja. Qué ironía. Él y yo peleábamos todos los días, y como dije, esto tiene meses. Sin embargo, lo manteníamos entre nosotros.

Estábamos al aire libre, fuera de la preparatoria, por lo que comenzó a llevarme por el camino que nos llevaba a la parte trasera de los edificios de los talleres de la preparatoria.

Comprendía que quería que estuviéramos solos, y teníamos que alejarnos de la bola de personas que se formó a nuestro alrededor por culpa de mi grito.

Me resiste a que me siguiera llevando. No quería estar a solas con él. Solo me gritaría y yo a él. Así sumiéndonos en otra estúpida discusión.

—Deja mi brazo, Blake —hablo entre dientes y le doy manazos en la mano que se mantenía como grillete en mi pobre brazo.

Claro está que él ignoro mi intentos de lograr que me soltara.

Solo cuando estuvimos lo suficientemente alejados, es decir, detrás del edificio, me soltó con brusquedad del brazo, aventándome hacia el frente.

Patán, quise gritarle.

Solo necesitaba unos segundos para respirar, pero el patán estaba impaciente.

Sentí su mano en mi hombro, y sacudí el mismo para que no lo hiciera. Gire a verlo y note la poca distancia que nos separaba.

Lo tenía tan cerca que tenía que alzar casi por completo la cabeza, ya que Blake media casi 1.80 y yo con mi estatura de 1.60.

Como pudieron ver, me mantengo con una altura promedio. Describiéndome un poco: me gusta mi cuerpo, ni tan delgada y ni tan rellena, cabello castaño oscuro, completamente liso que me llegaba un poco más por debajo de la mitad de la espalda, y mis ojos eran oscuros, un café que parecía negro. En cambio, describiendo al patán mayor: Blake es alto, cabello negro con algunos rizos y unos ojos color avellana muy lindos, no podía negar que era atractivo a simple vista, la pubertad lo ayudo mucho pero su actitud conmigo, le quitaba todo el encanto.

—¿Cómo se te ocurre gritarme enfrente de todos? —me pregunta y sabía que esto solo era el inicio de otra discusión que terminaría mal y que luego seguiríamos como si nada.

Ese círculo vicioso en el que nos habíamos metidos en este último año, era agotador. Me creía a un paso de no aguantarlo más, pero no me animaba del todo: Blake era lo más cercano a una familia verdadera que tenía. No obstante, eso no lo quitaba lo patán.

Aun me sorprende que seamos amigos después de tantas discusiones, o mejor dicho: ¿Cómo es posible que nos consideremos mejores amigos? ¿Familia? Porque él también me consideraba su familia.

Tenemos que estar mal de la cabeza, estaba segura de que lo estábamos.

—Quizás y si no fueras un patán todo el tiempo no te hubiera gritado —reclamo—. Pero claro, el hombre tiene que portarse como el macho alfa enfrente de sus estúpidos amigos, ¿no?

—Deja de decir idioteces, Eleanor, y jamás en tu vida vuelvas a gritarme como lo acabas de hacer —me apunta con el dedo, regañándome.

Eso solo me enfureció, ¿él regañándome? ¡Qué cinismo!

Con un manotazo aleje su dedo de mi rostro. Lo note un poco sorprendido, pero simplemente se cruzó de brazos, y su respuesta fue darme la espalda queriendo dar por finalizada la conversación, pero esta vez no se iba a salir con la suya.

—¿A dónde crees que vas? —adelanto el paso y me pongo frente a él, bloqueando su camino.

—Quítate.

—No. —solo esa palabra necesite para que me mirara incrédulo.

—¿No? —se plantó mucho más cerca de mí, solo para darme miedo—. ¿Cómo qué no?

—No porque eres un cínico, ¿te das cuenta de lo que me estas pidiendo? —es ahora o nunca—. Me pides que no te vuelva a gritar, pero tú me gritas cada vez que te enojas conmigo sin ninguna razón y después quieres continuar como si nada, me cansé. Ya estoy harta de esta infantil actitud que has tomado conmigo desde hace meses, te has vuelto una persona insoportable conmigo…

Me interrumpió. —¿Yo soy insoportable? —se señala a sí mismo— ¿Quién es la que se pasa reclamándome mi forma de ser cada cinco minutos? —me mira con la ceja alzada— Tú eres la insoportable. Te andas por ahí como si fueras la chica perfecta, lo cual es una completa mentira. Si la gente supiera la clase de persona que realmente eres, de la familia de la que vienes, te aseguro que no tendrías las amistades que tienes ahora.

—¡Eso ni va al caso! —grito como respuesta, pero en el fono me había dolido, solo que no iba a demostrárselo.

—Quizás —se ríe y aprieto las manos encajándome las uñas en las palmas—. Pero yo estaba dispuesto a irme, pero parece que quieres pelear. Pues pelea conseguirás.

—Yo no quiero pelear, solo quiero hablar contigo sobre lo que está pasando —mira hacia otro lado sin interés, y se sintió como una patada en el estómago. Si algo realmente lograba que me doliera: era su indiferencia—. Bien, y si piensas todas esas cosas de mí, ¿por qué me sigues hablando? —logro que me mire directo a los ojos con esa pregunta.

Y sabia con solo mirarlo, que lo que iba a decir no me gustaría para nada y que quizás me lastimaría aún más. Estaba en lo cierto.

—Por simple lastima —auch— Me das lastima al saber por todo lo que pasas. Solo por eso, pero sinceramente no vale la pena seguir estando con una niña la cual es una completa mentirosa. Y se altera por cualquier estupidez. Madura de una vez, Eleanor.

Sentía que se formaban lágrimas detrás de mis ojos listas para salir, nunca me había hablado ni mirado así. Como sea no iba a dejar que viera lo que sus palabras provocaron.

—Wow, es bueno saber que pensamos lo mismo. Eso ya no me hace sentir tan mal entonces —frunce el ceño al oírme decir aquello—. Yo también sigo contigo por pura lastima ¿sabes? Me genera tanta lastima verte crear una vida la cual no tienes —su cara paso a ser sombría— La vida perfecta que tanto dices tener, la cual, igual que la mía, es una completa mentira. ¿Te imaginas qué pensarían tus “amigos” al saber cómo es tu papá realmente? Dudo mucho que piensen que es un maldito alcohólico y bueno para nada —ahora yo me rio—. ¿Ellos no se preguntan porque nunca los has llevado a tu gran casa?, ¿por qué nunca mencionas a tu mamá? —entrecierro los ojos en su dirección—. Ahora dime quien es el mentiroso.

Ahora yo me estaba vengando. Él utilizo cosas privadas de mi vida para hacerme sentir mal; este último año se había convertido en el rey de los patanes, pero jamás había usado años de confianza que le di, en mi contra y no me queda más remedio que hacerle lo mismo.

Para mi sorpresa, él rio y negó con la cabeza, incrédulo. —Sí que mentías

—¿Mentía en qué? —lo miré con el ceño fruncido.

Coloco las manos en los bolsillos de su pantalón antes de dar  un paso más e inclinarse hacia adelante para estar a mi altura, y ojalá nunca hubiera soltado esas palabras.

—En que eres una completa perra.

Alce la mano con toda la intención de darle una bofetada por haberlo dicho. Esa palabra fue el colmo para mí pero, lastimosamente, interceptó mi mano en el camino tomándola de la muñeca y apretándola con fuerza, manteniéndola en lo alto.

—¿Qué? ¿A la pequeña perra no le gusta que le digan la verdad? —me miró con una mirada que jamás en la vida había utilizado conmigo. Solo con quienes realmente… detestaba.

Al escuchar que me volvió a llamar perra, mis ojos volvieron a picar por las ganas de querer llorar.

Intenté zafar mi brazo de su agarre para poder irme y que no me viera afectada por sus palabras, en especial por esa, porque él sabe lo que esa simple palabra me afecta. Y una vez más, usaba en mí contra la confianza que le había brindado.

—Suéltame —le exijo mordiéndome la mejilla por dentro para retener las lágrimas y que ninguna resbalara por mi rostro. Aunque desde la distancia que estábamos, él podría ver fácilmente como mis ojos se encontraban brillosos por las lágrimas retenidas.

—Tú te lo buscaste Eleanor —aclara antes de soltarme la muñeca, la cual dolía un poco por el agarre.

—Yo nunca lo busque Blake. —lo miro dolida. Él desvía la mirada—. Tú sabes lo que acabas de hacer. Jamás en la vida, vuelvas a dirigirme la palabra.

—No seas ridícula por favor —mencionó a la vez que se cruzaba de brazos.

—No estoy siendo ridícula. Hoy por fin me di cuenta de la clase de persona que eres. ¿Cómo te atreviste a llamarme de la misma forma en que mi padre me insulta cada vez que tiene oportunidad? —espero ver algo de arrepentimiento en sus ojos: no encuentro nada—. Pusiste la confianza que te di en mi contra, así que no quiero que te me acerques, ni que me mires, ni que me hables. Para ti yo estoy muerta, así como tú lo estarás para mí —este era el final definitivo. No podía continuar más con él.

—Tú también usaste lo que te confié en mi contra, así que, ¿estás segura de lo que me estás pidiendo? —me miró a los ojos con el intento de persuadirme, pero desvíe la mirada, ya conocía esa táctica, pero esta vez no iba a funcionar—. De acuerdo. Tendrás lo que quieres y espero no te arrepientas. Adiós, Eleanor.

Puse la mirada en él para poder verlo a los ojos, y saber que emociones estaban pasando por sus ojos porque siempre he sabido leerlo bien, pero cuando gire a verlo ya se había dado la vuelta y volvía por el camino por el que habíamos llegado.

Y justo ahí donde nadie podía verme, donde él no podía verme, me derrumbé.

Ese día había perdido a la única persona importante en mi vida y todo por nuestra inmadurez.

Los siguientes días, algunas veces lo miraba a lo lejos y otras yo sentía como él me miraba a mí, pero nunca ninguno de los dos se acercó, y así jamás volvimos a hablarnos.

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