Los niños ya estaban en la cama cuando salieron al fin, regresarían en la madrugada casi, así que Constance cuidaría de ellos.
Subieron a los asientos traseros de una limosina que August había contratado para esa noche, y sonrojada, Tess miró el interior con ojos grandes de asombro. August destapó la champaña y mientras el auto echaba a andar tan suavemente como si fuera sobre rieles, Tess no pudo evitar sentirse tan emocionada que lo que quería era gritar.
—Sonríes como si estuvieras a punto de cometer una travesura —observó él mirándola encantado y pasándole su copa de burbujeante champaña, y Tess no pudo evitar soltar una risita.
—Estoy… nerviosa, supongo.
—¿Por la limosina?
—Sí —admitió ella sin reparo—. Y por el concierto… Es decir… es mi primer concierto as