Capítulo LIX

Me da una clase de brebaje con hierbas agridulces. Trago con dificultad, pues el líquido está caliente. Vuelve a revisar mi temperatura y latidos.

—Ya estás bien. —Se reclina en su silla.

Antes no había determinado bien su cueva, pero parece un hogar con paredes rocosas y velas por doquier en estantes solo para ellas. Está bien organizado, con los muebles suficientes y una pequeña cocina aledaña a una cama que parece matrimonial.

—Dudo que se quede quieto para la próxima.

Entierro las uñas en la madera de los reposabrazos.

—¿Sabes quién es?

—Oh, sí —musita a la vez que asiente—. Baal siempre ha sido mezquino y con preferencias de tomar una forma femenina, la cual no es carne, solo esencia, como un alma en pena. Algo así. —Me lamo los labios. Ya veo, tenía que conocerlo—. Muchas veces presencié cómo atormentaba a tu madre cuando ella decidió ignorarlo. Aquellos dolores se desvanecieron cuando quedó embarazada. Allí él vio la op

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