Se ríe mientras caminamos por el piso abierto hacia la cocina. Entre el frigorífico y la mesa larga hay una serie de puertas. Abre los del medio y miro dentro solo para darme cuenta de que no son gabinetes, sino una despensa grande y profunda.
—Podría vivir aquí—. Suspiro.
—Me imagino que si el mundo alguna vez comienza a acabarse, podría refugiarme aquí al menos durante unos meses—.
—Será mejor que esperes a que llegue antes de cerrar las puertas—.
—Por supuesto.— Él sonríe. —Ahora, estoy pensando en hacer unas tostadas francesas, una tortilla de verduras y salchichas de pavo con jarabe de arce ahumado. ¿Te parece bien?—
—Eso me suena como el paraíso.—
Él sale de la despensa y lo escucho juntando cosas mientras yo me quedo aquí, mirando a mi alrededor. Aquí hay un poco o mucho de todo. Pastas, frijoles, granos, dulces, snacks, caldos. Realmente podríamos sobrevivir un tiempo aquí. ¿Nosotros? Sacudo la cabeza. Déjame salir de aquí antes de que mi mente empiece a convencerme de que vam